Todo empezó ayer. Estaba abriendo un nuevo túnel junto a sus compañeras cuando de repente todo se vino abajo. Después del susto y la conmoción, abrió los ojos y vio a Dios. Sí, ella siempre había escuchado leyendas de los más ancianos que hablaban de él, pero Una Más era muy incrédula; nada hacía creer que existiera algo más que sus compañeras y su proyecto de vivir bien en comunidad.
Se contaba que Dios tenía forma de hormiga con su caparazón duro y negro, pero con dos patas menos, las antenas retraídas y con un tamaño bastante más grande que el normal. Los más valientes le podían escuchar en el silencio de los pasillos dando voces que decían: mamá, quiero seguir jugando o papá, ayúdame… aunque era incomprensible.
Pero Una Más por fin vio cómo era Dios. Más blanco que una hormiga, muy muy alto y con una gran fuerza que empleaba en destruir la comunidad mientras gritaba: ¡venga chicos, destruyamos el hormiguero!. Realmente, Dios no era bueno, ¿por qué razón querría aniquilar su vida y la de los otros?
Pero esta noche, todo lo que vivó ayer se ajustó en su conciencia y una luz le invadió su pequeño cerebro: Dios era único, diferente y con voluntad propia. Dios no era Uno Más… y este pensamiento se quedó como una astilla en su alma.
Ahora, Una Más ha decidido morir y cambiarse el nombre a Una Menos.
.