Inocente tecnología

Teníamos que salir de casa, no muy lejos, pero lo suficiente para no poder ir caminando. -Iremos en el coche grande. – dije – Que siempre lo sacamos de noche y no es bueno.

Mi pequeña universitaria de diecinueve años hizo un comentario que me dio que pensar. Y no era nada fuera de lugar. En su inocencia preguntó sobre la importancia que podía tener para un coche salir de día o de noche. Por supuesto, su curiosidad quedó satisfecha al saber que con los faros encendidos, de noche, la batería no se carga convenientemente.

La situación trajo a mi memoria una variedad de situaciones similares, no cortas en número, que ya me habían llamado la atención y a veces incluso alarmado. Cosas como voy sin luz en el ciclomotor porque no sé cambiar la bombilla, no lo puedo poner en marcha porque no sé qué es la bujía (que se había desconectado) o, más de este milenio, no puedo imprimir porque no sé qué es una red local.

Hay más, mucho más. A veces fuera del ámbito tecnológico, en cualquier aspecto de la vida diaria, pero me centraré en aquel.

Y lo haré porque quienes hemos crecido volviendo a montar la cadena de la bicicleta cada vez que se salía o desmontando nuestros juguetes para saber que tenían dentro o reinventando la rueda una y otra vez… tenemos cierta responsabilidad que a menudo no queremos reconocer.

O nunca pensamos en hacerlo, caemos en la comodidad de la educación es cosa de otros. ¿Otros? Pero si esos otros somos nosotros mismos, los que hemos colocado a nuestros infantes en el lugar que están ahora. Si cualquier persona al crecer en cualquier época ya está saturada de información, abrumadora por cierto y que está en la eterna Naturaleza, al añadir avances tecnológicos pueden pasar varias cosas y casi ninguna buena.

La más obvia es la que describía arriba: no les ayudamos a asimilar estos cambios. Lo damos por hecho, a nosotros nos fue bien. ¡Claro listo! ¡Lo inventaste tú! Y lo creaste cuando ya estabas aburrido de todo lo que ya sabías. ¿No piensas que en pocas generaciones, lo que hay que aprender, se incrementó generosamente?

Otra consecuencia podría ser la sustitución. Aprende a dominar la tecnología, que es lo actual. De todo lo que sé de la naturaleza humana, de cómo tienes que vivir y sentir, de cómo manejar el cuerpo-mente que habitarás toda tu vida… no te contaré nada, no hay tiempo. ¡Y no lo hay de verdad! Sólo habrá tiempo para las cosas a las que dediquemos tiempo (!).

Me extenderé en sólo una más, por no cansar al lector. Bien es sabido que conviene transmitir nuestros conocimientos (esencia humana) y como sí que hay tiempo (la niñez en nuestra especie es muy larga), podemos optar por dividir, fragmentar, buscar las ocasiones adecuadas para temas muy dispares, a veces incluso mezclando los mismos. Pero siempre sin confundir a quien recibe el mensaje, que a veces pasa, (Tu smart TV cambia de canal cuando se lo dices ¡pero no es un ser vivo!, Tu perrito se puede programar para que obedezca órdenes ¡pero no es una máquina!).

Con el tiempo y el crecer, física y mentalmente, toda la información útil se irá ubicando en el lugar adecuado. Y la inútil, con suerte, se irá a la papelera de (no) reciclaje.

Como conclusión, me gusta tener presente que las cosas que doy por sentadas, que aprendí o inventé, que me enseñaron en su momento… no se transmiten gracias a los genes, ni por contacto físico, ni telepático, ni … Bueno, hagamos un esfuerzo por comunicar activamente y dedicando algo de nuestro valioso y “escaso” tiempo. Vale.

Fuente: este post proviene de Blog de ElizaRoja, donde puedes consultar el contenido original.
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