Será la primavera, el cambio de hora, mis biorritmos o mi bipolaridad, pero no tengo un término medio. El invierno ha sido bastante regular, unas ocho o nueve horas de descanso seguidas, pero mi sueño ve a la primavera prepararse, y empieza a ponerse nervioso.
De ahí mi exceso de sueños, en plural. La cabeza es muy traicionera, por mucho que la despiste con una buena lectura o uno de mis mil juegos “antipensamientos”, es capaz de seguir centrifugando sin parar. Pero estoy en un momento dulce, meses de tranquilidad médica, y me estoy permitiendo soñar: paraísos con palmeras y arena, futuros prometedores, bricolajes resultones…todo lo que me había prohibido a mí misma inconscientemente. Han sido años de centrar la atención en la salud y ahora, aún con miedo, me empiezo a permitir volar al futuro y verlo bonito…bueno, a verlo, que ya es bastante.