Experiencias místicas: salud o enfermedad

Quisiera comenzar esta nota con dos frases que me calaron profundamente en estos días.
“No salgas fuera. Vuelve a ti mismo. En el interior del hombre habita la verdad”, dijo San Agustín
La otra frase, desconozco su autoría, pero dice algo así: "Dios habla con todo el mundo, pero si yo hablo con Dios me tildan de esquizofrénico"
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Las Experiencias Místicas son un camino de perfección y plenitud espiritual. Un viaje al reino interior. A la luz que, según ciertas tradiciones sagradas, llevamos dentro y que nos conectan con la divinidad y con todo lo manifestado. O son un estado de alteración mental o enfermedad mental.
La medicina occidental (netamente capitalista) califica a los estados místicos como patológicos. Yo particularmente creo que es una afirmación exagerada. Por mucho tiempo creímos y dábamos por verdad que la tierra era el centro del sistema solar, que la tierra era plana, entre otras muchas creencias erróneas.
¿Y si estos estados místicos nos muestran una visión mucho más amplia de la conciencia. Nos adentra en territorios hasta ahora inexplorados del ser humano. Son experiencias que tienen un profundo carácter numinoso. Abren las puertas de la percepción. Y eso produce una transformación positiva en quienes las protagonizan.?
Aun así, algunos especialistas aseguran que tales experiencias no son más que sintomáticas de un estado psicótico. Por tanto, serían experiencias ilusorias. Freud. Según Claire Myers, estudiosa de las experiencias transpersonales, “el estado místico puede describirse como una regresión hacia el primer nivel preinfantil del inconsciente colectivo que constituye la matriz del hombre, nivel en que residen las semillas de su creatividad, su sentido del ser, su fuente de integridad y de armonía interior, su identidad con la humanidad y su profunda unión interior con el principio integrador del universo”.
Quizás te resulten disparatadas muchas afirmaciones de esta nota. Pero de ello se trata, debemos afirmar menos y abrir más nuestra mente. Como les digo a mis hijos, ni nadie es tan bueno, ni nadie es tan malo.
 
 
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