Echa un vistazo al siguiente diálogo, en seguida entenderás de qué te hablo.
(Conversación entre Marisa y Lucas, amigos especiales desde hace unos meses)
L: ¿Qué tal tu nuevo compañero de trabajo? ¿Habéis hecho migas?
M: Bien, ¡es majete!
L: Pero, ¿habláis a menudo?
M: Sí, cuando coincidimos en el almuerzo…
L: Ah… Oye y por qué no lo invitas un día con nosotros?
M: ¿Por? Tampoco tenemos una relación tan estrecha…
L: Ah, como dices que es tan majo…
M: Yo no he dicho que sea taaaaaaan majo, sino que es majete, me cae bien, sin más.
L: Ah! Por lo que has dicho parecía que eráis amigos.
M: ¿Te pasa algo? No entiendo dónde quieres llegar…
L: ¿A mi? ¡No te montes paranoias!
M: ¡Pero si eres tú que estás metiendo cizaña con mi compañero!
L: Ai, cómo te pones… Últimamente estás a la que saltas (tono de voz pausado).
M: Me estás empezando a molestar, ¡eh! (tono inquieto)
L: Tranquilízate, era una pregunta por curiosidad sin ninguna maldad, pero ya veo que será mejor que a partir de ahora no te pregunte por tus asuntos. Al fin y al cabo es tu vida (tono calmado e irónico)
M: ¡Pero qué dices! (más alterada y alzando el tono de voz)
¿Situado?
¿Qué está ocurriendo?
Se está dando una situación de MANIPULACIÓN. Lucas pretende provocar a Marisa y controlar o averiguar información valiosa acerca de la relación que mantiene con su nuevo compañero. Pero no lo hace expresándolo con claridad, sino provocando a Marisa para obtener lo que desea sin que se note. Formular la pregunta directa resultaría demasiado embarazoso y colocaría a Lucas en una posición directa de vulnerabilidad, ¡no se lo puede permitir!
¿El resultado? Una Marisa crispada que al manifestar su enfado respecto a los mensajes ambiguos de Lucas, éste aprovecha para culparla y reivindicar su posición inocente en contrapartida de la de ella.
¿Cómo actuar?
1. Ni lo dudes
Si esa conversación te empiece a rechinar, desde luego, tienes motivos. El inconsciente activa tus emociones de molestia antes que tu cerebro racional pueda entender el porqué.
A priori, Marisa no comprende las intenciones de Lucas. Pero muy probablemente, detrás de la ambigüedad de su querido amigo, se esconda una necesidad de controlar la relación que su reciente amiguita mantiene con un posible rival.
2. Expón lo que sientes que pretende decirte
Qué crees que hubiera hecho Lucas si Marisa le hubiera contestado en tono amable y risueño un ¿Qué estás celoso?.
Lo más previsible es que Lucas hubiera seguido con su juego:
¡No, qué dices! Es una pregunta sin más, cómo cuando te pregunto cómo te llevas con la administrativa o la portera.
Llegados a este punto, lo mejor que puedes hacer es pararte y sobretodo, no dejar de sonreír. Los dos sabéis que tienes razón, así que no te empeñes en convencerle. Tus esfuerzos por lograrlo harán que se incremente tu cabreo y que, así, disponga de una buena arma para atacarte.
3. No le des poder
Lo sé, es complicado. Que el miedo de Lucas a tener competencia se traduzca en que Marisa tiene problemas de autocontrol, ¡es tremendamente injusto!
Pero ten presente que el arma del manipulador es lograr movilizar tus emociones sin destapar sus verdaderos motivos. Es decir, quiere descontrolarte sin él perder el control.
Así que recapacita y piensa de qué modo le estás retroalimentando. Cada vez que alzas la voz, muestras crispación o le acusas de las bobadas que está diciendo, le estás dando más y más fuerza a su teoría acerca de la manera en que estás sacando todo de quicio y perdiendo los papeles por nada.
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