1. Rompe tu mito
Nos enamoramos desde la carencia y, cuando encontramos aquello tan valioso de lo que sentimos que carecemos, nos aferramos a ello como a un clavo ardiendo. En los inicios, proyectamos en esa persona nuestro yo ideal y, como no, ¡nuestra relación ideal!
No estás enamorado de esa persona sino del ideal que construiste alrededor de ella. Obviamente, llega un día en que descubres su cara amarga y, lejos de iniciar un proceso de duelo para asumir la pérdida de tu falso idilio, te aferras a cualquier posibilidad para volver a recuperar aquello tan maravilloso que un día poseíste. Buscar culpables, analizar motivos e idear caminos alternativos para recuperarlo son algunas de las maneras en que toma forma tu negación. Pretendes reconstruir tu bonito jarrón de vidrio hecho añicos con Super Glue, pero jamás quedará igual.
Cuando construiste tu idilio, esa persona ya contenía su faceta negativa, sólo que no te la quiso mostrar o tu ceguera temporal te impidió verla. No te engañó, deja de preguntarte quién es realmente esa persona porque es todo lo que te ha mostrado hasta ahora. Sólo que tú pretendes que únicamente sea su encantadora mitad y elevada al cubo.
2. Elije tú, no le obligues a hacerlo por ti
A menudo, lo que más nos angustia es estar pendiendo de un hilo, lo que vendría a ser el Ni contigo, ni sin ti. Muchas personas necesitan o apostar por esa historia o cerrarla. Pero si las alternativas fueran tan esclarecedoras, no existiría ese tóxico enganche que te está consumiendo.
Por más que le responsabilices de tu adicción pidiéndole y rogándole que decida qué hacer, el único responsable de tal decisión eres tú sólo por el hecho de necesitar que así sea. Si esa persona no ha respondido a tu demanda es que, consciente o inconscientemente, no le interesa hacerlo. ¿A caso alguien se engancha a un rotundo No que no lleve consigo ningún tipo de refuerzo detrás?
3. No dejes de consumir
¿Cuál es el primer consejo que recibes de los que supuestamente te quieren sobre este asunto? Déjale, No le veas más, Bloquea su número, etcétera, etcétera.
Por contradictorio que parezca, estos mensajes todavía potencian más tu conducta adictiva. Y es que prohibir algo despierta directamente el deseo de infringir el mandato. A veces me he sorprendido dando permiso a ciertas personas para que continúen en el lugar que están e, inmediatamente, encuentran motivos de peso para convencerme del porqué es una mala idea permanecer ahí. Increíble, pero cierto.
Apártate cuando tú quieras, no cuando los demás te lo pidan. Sentirte libre es una condición fundamental para que puedas responsabilizarte de tu mejora y dejar de acomodarte en el lugar de víctima.
4. Asume tu responsabilidad
Las relaciones, siempre de los siempres, se construyen desde las dos partes que la componen: tú y el otro. Necesitamos comprender a toda costa qué y quién ha convertido el perfecto idilio en una fuente de sufrimiento. La respuesta siempre será la misma: Los dos. No hay víctima sin verdugo, dependiente sin codependiente, ni Caperucita sin lobo.
Nos es más fácil culpar al otro de su actitud ya que, lo que profundamente deseamos, es que se convierta en aquello que queremos. Nos transformamos en niños caprichosos que patalean en la calle reivindicando ese juguete que se les ha antojado. Pero no estamos dispuestos a renunciar a nuestros sueños: Quiero que seas como yo quiero que seas.
Tomar a esa persona o dejarla ir definiría el ABC del amor sano.
Tomarla exigiéndole satisfacer tus fantasías idílicas define el enamoramiento egocéntrico del adicto.
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