Como bien sabemos, la sal, denominada técnicamente como cloruro sódico, se encuentra en prácticamente todas las comidas de nuestra dieta mediterránea. Variando su uso desde muy pequeñas cantidades hasta tomas notables en algunos alimentos, puede tener efectos secundarios para nuestra salud.
La sal es imprescindible en nuestro organismo para regular nuestras dosis de agua, manteniendo el PH de la sangre, pero a la vez que cuenta con beneficios, su excesiva ingesta puede producir daños a nuestro bienestar.
Por ello, vamos a explicar cómo podemos disminuir el consumo de sal cocinando sin ella.
Consejos para cocinar sin sal
Podemos usar especias y hierbas aromáticas para dar un gran sabor a nuestros platos, tanto calientes como fríos, para compensar la falta de sal. Muchas veces recurrimos a la sal para obtener sabor porque es la forma más sencilla de hacerlo, pero hay más vías. Las hierbas y especias se pueden usar en platos como guisos, caldos, calderetas, cremas y salsas. Especias como el romero, el comino y el tomillo darán un aspecto sazonado y sabroso, sobre todo en carnes y verduras, otras como el orégano y la albahaca son perfectas para pastas, carnes, verduras y ensaladas.
Usar limón en nuestras comidas también sirve como intercambio por la sal, añadirá además de un excelente sabor una gran cantidad de vitaminas del grupo B, C y E. Además poseen una gran variedad de minerales como potasio, calcio, magnesio, hierro, zinc Todos estos ayudan a fortalecer tu sistema inmunológico.
Otra opción es la utilización de ajo para aportar sabor a nuestros platos. Podemos variar usando ajo seco o haciendo nuestra propia sal de ajo. Las propiedades nutritivas del ajo son muy beneficiosas para nuestro organismo por lo que es una de las mejores opciones cuando hablamos de sustituirlo por sal. Contiene alicinina, un componente con propiedades antimicrobianas, útil para la salud cardiovascular y el sistema inmunitario, por esta razón el ajo es muy recomendado por los expertos en nuestra dieta. Si no te gusta el fuerte sabor del ajo, se puede recurrir al ajo seco, que posee un sabor más flojo, es más económico y se vende ya preparado para sazonar, evitando todos los efectos negativos de la sal y favoreciéndote del conocido como antibiótico natural. También podemos hacer sal de ajo, utilizando varios dientes de ajo y unas cucharadas de aceite de oliva. Su fabricación es muy sencilla, se doran los dientes en el aceite y se dejan reposar hasta que se enfríen para después rallarlo y guardarlo en un bote como si fuese otro bote de la sal.
Aparte de todas las opciones mencionadas anteriormente, se puede buscar la conocida como reacción de Maillard. Esto consiste en cocinar las comidas a la plancha a una temperatura elevada buscando que se doren los alimentos y proporcione nuevos matices de sabor. Estos toques de sabor harán que no sea tan necesario recurrir a la sal para buscar el toque sazonador que aporta con tan solo unos granos. Será un sabor más natural y propio de cada alimento que se dore.
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