Tanto un sistema inmune fuerte como las bacterias con las que comparte hábitat ayudan a limitar su crecimiento. Pero si este equilibrio se rompe, las levaduras crecen de manera anormal en el intestino hasta convertirse en hongos y esto lleva a una excesiva permeabilidad que permite que la Candida entre en el torrente sanguíneo donde libera subproductos metabólicos tóxicos. Algunos motivos por los que esto pasa son:
Consumo excesivo de hidratos de carbono refinados o azúcar y de agua del grifo.
Embarazo, una nutrición deficiente, diabetes y situaciones prolongadas de estrés continuado.
Tomar algunos medicamentos como anticonceptivos orales, antibióticos o corticoides.
El uso de algunos jabones, gel de baño y el llevar durante horas el traje de baño húmedo.
Las Candidas pueden vivir durante mucho tiempo sin dar síntomas específicos, por lo que la enfermedad pasa desapercibida, no le ponemos remedio y mientras tanto el hongo sigue creciendo en silencio. Otras veces puede presentar síntomas difusos lo que nos lleva a confundirla con otras enfermedades. Vamos a ver algunos de los síntomas más frecuentes:
Síntomas que pueden parecer gripales (malestar general, dolor de cabeza, congestión nasal, fatiga, dolores articulares y musculares).
Trastornos digestivos (diarreas, estreñimiento, ardor, distensión estomacal, malas digestiones, abdomen hinchado y muy duro, gases, dolor de tripa después de comer). Náuseas e incluso vómitos.
Insomnio, mareo y sensación de resaca sobre todo por las mañanas. Olvidos, despiste, dificultad para concentrarnos.
Piel muy seca, sobre todo las manos, también los labios (grietas y boqueras) y el cuero cabelludo. Se cae el pelo más de lo normal, pierde fuerza y vitalidad. Uñas frágiles y quebradizas.
Altibajos emocionales, con tendencia a estar muy desanimado y a la depresión.
Deseo muy fuerte e incontrolable de comer hidratos de carbono a cualquier hora (bollos, pan, patatas fritas, arroz, pasta, etc.); es como una adicción muy difícil de dejar.
Molestias vaginales (picor, heridas, flujo espeso y con mal olor, sequedad). Picor anal.
Sinusitis, bronquitis, faringitis, afonía. Tos constante. Mucosidad.
Nos falta el aire al más mínimo esfuerzo, ahogo.
Retención de líquidos. Sensación de hormigueo en las piernas.
Aunque parezca que la Candida toma el timón de nuestras vidas y hace que no quereramos levantarnos del sofá, tiene solución, hay tratamiento. Aquí voy a hablar sólo de lo que podemos hacer desde la alimentación.
Para conseguir que la Cándida vuelva a ocupar sólo el espacio que le corresponde hay que ser muy estricto respecto a la dieta. Lo primero que hay que hacer es entender el proceso por el que estamos pasando, tanto anímica y emocionalmente como a nivel físico y estar dispuestos a recobrar la salud.
Para esto beber 1,5 l de agua al día y la dieta es fundamental. Mi preferencia es seguir una dieta a base de frutas y verduras crudas sólo, evitando por supuesto frutas secas que tengan azúcares añadidos, miel, hongos como las setas y los champiñones o la levadura de cerveza. Tampoco tomaremos ninguna bebida fermentada (vino, cerveza, té negro o rojo, etc). Esta alimentación es muy alcalinizante y nos ayuda a eliminar tóxicos y a regular la flora intestinal que haya dañado la Cándida. Si la hacemos en invierno, tomar infusiones para evitar llegar a tener “frío interno”. En general, llevar esta dieta durante 1-2 semanas mínimo es muy eficaz y aunque a priori pueda parecer que vamos a estar sin fuerza, y desnutridos, no es así; estamos comiendo alimentos crudos, sin procesar, que nos aportan su energía y vitalidad, ayudan a fortalecer nuestro sistema inmune y de esta manera, aumenta el nivel de oxígeno en sangre, nos vamos sintiendo mejor, más animados, con más ganas de hacer cosas, no nos fatigamos. Si notamos cansancio, dolor de cabeza, somnolencia es a consecuencia del proceso de detox que estamos pasando y el único problema que tendremos es superar las tentaciones de comer lo que no debemos.
La dieta debe de ser variada para no aburrirnos y evitar que la abandonemos. Podemos tomar frutos secos sin abusar. Debemos incluir los germinados en nuestra alimetación, sobre todo los de ajo y si queremos tomar legumbre, los de lentejas. Se pueden tomar leches vegetales que no contengan azúcares ni siropes. Con ellas podemos hacer batidos con las frutas que más nos gusten.
Para aumentar el proceso de limpieza, es muy bueno dejar pasar las máximas horas entre la cena y el desayuno. Si vamos a cenar tarde, para no llegar con muchísima hambre por la noche es mejor hacer una buena merienda y cenar fruta, preferiblemente manzana. Por la noche, evitaremos alimentos ricos en vitamina C para que no alteren el sueño.
Después iremos introduciendo alimentos cocinados poco a poco (patata, arroz integral, quinoa, mijo, verduras), pero evitando harinas, fermentados, lácteos y por supuesto, dulces; a la vez ir repoblando la flora intestinal con probióticos. Pasado un tiempo retomaremos las proteínas animales, poco a poco.
Y como nuestro estado de ánimo influye muchísimo sobre el sistema inmune, también tenemos que cuidar mucho ese aspecto.
Esto son indicaciones generales; por supuesto, cualquier tratamiento debe ser pautado por un especialista, que además nos indique los suplementos más adecuados para nosotros y nos vaya cambiando el tratamiento en función de nuestras necesidades y la evolución de la enfermedad.