Cambiar para sanar



Los terapeutas comprobamos día a  día en nuestras sesiones, el alto grado de resistencia que tiene el ser humano con respecto a los cambios que todos debemos de ejercer a nivel interno. 

Muchos no somos conscientes de cómo nos afectan a nivel físico, el miedo, los celos, la rabia o el resentimiento, entre otras; creemos que si dejamos de sentirlas perderemos también nuestra identidad, una identidad construida sobre creencias colectivas y forjadas con los valores de la dureza y el individualismo.

Todos sabemos lo difícil que resulta permanecer serenos ante tanta injusticia, que resulta prácticamente imposible no "sentir" cuando el horror, la desconsideración o la violencia están en el ambiente pero una cosa es sentirlo y otra muy diferente continuar alimentando las emociones que nos causan el hecho de vivir rodeados de tanta tragedia.

Bajo mi punto de vista, permanecer indolentes o ajenos no es la clave para sanar, la clave está en no ejercernos a nosotros mismos lo que vemos ahí afuera, porque no lo dudéis ni un solo instante, lo que vemos en el mundo es solamente un reflejo de lo que cada día nos hacemos a nivel interno.

Así que vive tu rabia, tu miedo y tu desesperación en el instante que se produzca, respírala y patalea, pero no permitas que se instale en tu ser durante largo tiempo, no cargues con algo que duró apenas unos instantes?.

Os dejo este cuento Zen que probablemente hayáis leído pero que me parece fantástico de recordar.

Dos monjes zen iban cruzando un río. Se encontraron con una mujer muy joven y hermosa que también quería cruzar, pero tenía miedo. Así que un monje la subió sobre sus hombros y la llevó hasta la otra orilla. 

El otro monje estaba furioso. 
No dijo nada pero hervía por dentro. 
Eso estaba prohibido. 
Un monje budista no debía tocar una mujer y este monje no sólo la había tocado, sino que la había llevado sobre los hombros. 

Recorrieron varias leguas. 
Cuando llegaron al monasterio, mientras entraban, el monje que estaba enojado se volvió hacia el otro y le dijo: 

-Tendré que decírselo al maestro. 
Tendré que informar acerca de esto. 
Está prohibido. 

-¿De qué estás hablando? ¿Qué está prohibido? -le dijo el otro. 

-¿Te has olvidado? Llevaste a esta hermosa mujer sobre tus hombros -dijo el que estaba enojado. 

El otro monje se rió y luego dijo: 
-Sí, yo la llevé. Pero la dejé en el río, muchas leguas atrás. Tú todavía la estás cargando... 


Que tengáis un feliz día!!

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