A través de la ventana

Era miércoles y era cosa de todos los días, pasear a los perros dándoles una vuelta a la manzana. No iba ni por la mitad y escuche a una pequeña niña que lloraba, me acerqué y no pude evitar sentir una enorme ternura. Para mí el niño que llora es la cosa más vulnerable que existe, un niño, que por descripción le pertenece la alegría, el juego y la creatividad. Un niño que llora por sufrimiento debe ser porque lo ha aprendido de un adulto...no es que haya aprendido a sufrir, pero aprenden a olvidar que ser niño es no conocer la seriedad, pues la rompen con sonrisas, la inexistencia de un problema porque por definición, si es un problema, tiene solución, no conocer el llanto más que por dos segundos porque el mundo se mueve y nosotros giramos con él para no quedarnos en lo que no podemos cambiar. Ser niño es genial, y pude ver en sus ojos que alguien le había hecho olvidarlo... Fueron sólo unos minutos, un instante en la que decidí volver a ser niña, creer en la magia de que el mundo puede reconvertirse en lo que se desea. Le pregunté si le gustaban los perros, ella sólo movió los hombros, pero esa fue señal suficiente para mí, le dije que iba a acercarle a Marley, porque quería saber porqué lloraba si él quería verla feliz. Al final, dejó de llorar, no sonrió, quizá porque eso implicaba recordar un par de cosas más, pero fue suficiente. Ser niña con ella y recordar juntas que es posible soltar y regresar de donde venimos es más que suficiente, lo es todo.