¿Son más importantes los títulos que las reglas de urbanidad?



En mi anterior artículo hablaba de ser auténtico y aquí vuelvo a tocar algo importante que muestra la autenticidad de las personas, la urbanidad.

El otro día en un comercio me quedé sorprendido al ver a una pareja que permanecían cómodamente sentados con su niña de unos tres años que jugaba con los muebles, puertas, adornos... desordenando todo lo que estaba a su alcance, sin la menor llamada de atención de sus padres. No sé, lo mismo pensaban que si le exigían un mínimo y adecuado comportamiento, respetando los objetos y el trabajo del personal, la podían causar un trauma para toda su vida.

Comentaba lo de esa pareja, pero podía referir también lo de la señora que estaba en la terraza de un bar cómodamente con sus piernas en la silla de enfrente, lo de la madre que mantenía a su hija de pie con sus zapatos en el sillón de un restaurante, la mujer que dejó toda la ropa tirada en el suelo en un probador, aquellos que no dicen ni buenos días ni por favor o no saben que existen unas palabras para pedir disculpas. También están los que siempre llevan y recogen tarde a sus hijos al colegio, los insolentes y altivos que menosprecian a cualquier trabajador queriendo mostrar su autoridad; los que tiran al suelo lo que les viene en gana, defendiéndolo con orgullo porque así dan trabajo al personal de limpieza; los que no saben educar a su perro, bien no recogen sus cacas o bien les permiten que las hagan en la misma puerta de un establecimiento (porque el perro no se puede aguantar). O esos que llegan justo a la hora de cerrar y poco les importa si los trabajadores desean irse ya a su casa a descansar. Y hay otros que son los que humillan y menosprecian a sus colaboradores, incluso delante de los demás; los que son más listos porque han robado el aparcamiento a otro; los que no ponen el intermitente o acosan y agreden a otros conductores con su forma de conducir. En definitiva, todos aquellos reyes defensores de sus propios derechos, pero rebeldes de sus propias obligaciones y normas de conducta.

Pero tú —que estás leyendo esto—, también estarás harto como yo de ver comportamientos que denotan la falta de educación, respeto y consideración de muchas personas, tapándote la boca para que tu llamada de atención no genere un conflicto que degenere en males mayores para todos.

Me da mucha pena esta gente porque están tan endiosados con sus derechos y sus libertades para pasar de todo, que no tienen en cuenta sus obligaciones y no son conscientes que están construyendo rascacielos de paja que un día se les caerán encima.

Me da pena que no se den cuenta de la imagen y del ejemplo que están dando y el daño que están haciendo a sus propios hijos —del que se darán cuenta demasiado tarde—, y a todos aquellos que los ven y pueden copiar lo que nunca se debería copiar.

Volviendo al primer ejemplo de los padres en el comercio y comparándolo con el terreno profesional, me da mucha pena porque si son así con su hija, con una pequeña de unos tres años, a quien no saben controlar, dirigir y educar, ¿cómo se puede fiar uno de esa persona para darle la responsabilidad de un proyecto, de un equipo, de un buen servicio y atención a un cliente?

Esta gente no sabe ni quiere saber lo bonito que es educar, dar ejemplo, ser un referente para los hijos, marcarles normas y convertirlos en gente de bien, que un día se sientan orgullosos de sus propios padres por lo que les han enseñado y los valores que les han transmitido.

La mayoría de la gente de estos ejemplos, no saben el bien que hace sobre uno mismo el buen comportamiento humano, el respeto, la educación, el agradecimiento, así como los valores y virtudes que están ante los ojos de todos.

Me da pena porque, ¿qué va a ser de los hijos de todos ellos? ¿Cómo van a actuar en la vida con todo aquello que requiere un mínimo respeto y consideración? ¿Cómo van a poder dirigir un equipo si no saben dirigir a su niño, ni controlar a su perro? ¿Cómo van a poner orden en un proyecto si no ponen orden en su vida familiar, en su propio comportamiento y educación siguiendo las bases del respeto? ¿Cómo van a dar una buena atención y servicio a un cliente si no saben comportarse en un restaurante, en un comercio o cualquier otro establecimiento?

Por supuesto no saben qué es la urbanidad.

Pero es que como alguien dijo: las reglas de la urbanidad y el comportamiento social han dejado de ser, en nuestros tiempos, un código riguroso e inamovible. Si optamos por vivir de manera superficial, pensando solo en nuestra comodidad y buscando permanentemente distracciones engañosas, la vida misma nos golpeará para que reaccionemos.

Nuestras obligaciones para con los hijos, la familia, las personas que nos atienden, los colaboradores, los demás conductores, en definitiva con cada uno que se cruza en nuestro camino, suponen renunciar a nuestra comodidad, a nuestro tiempo, a nuestro ocio y ponerle música a la prosa de cada día, a los sacrificios y a los quehaceres diarios, con sonrisa, amabilidad y amor en cada pequeño detalle. La diferencia está en apartar el ruido exterior, en huir de lo ordinario y convertirlo en extraordinario, poniendo una bonita música afinando las cuerdas de nuestro corazón para que nuestras acciones tengan siempre una melodía agradable.

El pasotismo generalizado, incluso con lo más importante como son los hijos, la familia, las personas, nunca puede crear buenos profesionales, puesto que el vacío interior siempre generará engaño y falsedad que incidirá directamente sobre la calidad de los productos y servicios, y por ende en sus resultados. Prueba evidente es la deshumanización de las empresas.

¡Qué pena que los procesos de selección solo estén dirigidos a la formación, títulos y experiencia y no hacia el comportamiento humano que es el que va a dar prestigio a la empresa, mostrando respeto, generosidad, educación, agradecimiento, ética, y urbanidad; es decir, el comportamiento acorde con los buenos modales en la comunicación, servicio y atención en cualquier gestión o negociación.

Mucho máster y mucho título, pero poca urbanidad. ¿No es una pena? Yo nunca contrataría a personajes como estos que huyen del bien hacer. ¿Y tú?

Tal vez cuando estemos frente a una persona, debamos reflexionar sobre ese importante mandamiento que dice: Amarás al prójimo como a ti mismo, y nuestro comportamiento siempre sea acorde con los mejores modales.

Muchas gracias por estar aquí y compartirlo.

"Solo podemos iluminar el mundo si transmitimos luz"
"Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"

Fuente: este post proviene de El podio de los triunfadores, donde puedes consultar el contenido original.
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