No recuerdo ni cuando empecé a esforzarme tanto en conseguir los mejores resultados y al mismo tiempo auto-inculparme por no haberlo hecho tan bien como esperaba.
Ni siquiera guardo en mi memoria, cuanto tiempo llevo haciéndome responsable de los errores ajenos.
Hoy, gracias a Pine, he entendido que esa sensación de pecado continuo, de sentimiento de culpa perpetuo, es una de las emociones más dañinas que puede asaltarme; que el auto-reproche va ligado a mi pobre sentimiento de merecimiento y a mi escasez de conciencia.
Gracias a Pine desde hoy mismo, soy consciente de no herirme, entendiendo que en cada momento he actuado y actúo sinceramente y de acuerdo a mi nivel de conocimiento.
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