La mañana siguiente a que su pareja se cambiara el nombre y pasase a llamarse Des-Amor, él decidió ir a la fuente que había a las afueras del pueblo a llorar, pero al pasar por la verja del cementerio, se paró en seco pues le había parecido que alguien le llamaba.
Con cierto temblor de piernas entró en el camposanto hasta llegar al mausoleo más grande situado en el centro. Decidió leer el epitafio escrito en una de las losas que rezaba así: La muerte da la vida
No lo dudó más y salió corriendo hacia su casa prendiéndola fuego con todo su mundo dentro. Ardió su ropa, sus pensamientos y sus habitantes… y solo hubo Luz.
Seguimos creyendo que lo que percibimos con los sentidos es la realidad. Incluso aunque sepamos que esa misma realidad la construimos a partir de la interpretación que hagamos de los estímulos que recibimos sensorialmente, continuamos pensando que tiene que haber una realidad.
Pero si indagamos más y más, descubriremos que todo se reduce a energía y cuerdas y por tanto más allá solo queda el vacío de Amor que se transfigura en Luz para crear.
En nuestro día a día estas intuiciones tienen un gran poder, pues de su visión depende nuestra interpretación de esa Realidad que no existe pero en la que vivimos y de la que dependemos para volver a sentir esa Luz.
Cuando sentimos que somos Luz y la trabajamos, estamos creando y sumando. En nuestro trabajo se traduce en proporcionar un sentido a nuestra labor y productividad. En la familia se manifiesta en la comunicación y la evasión de conflictos destructivos. En la sociedad se manifiesta en nuestra necesidad de ayudar y de ser con los demás.
Para verlo de otra manera, solo tienes que ponerte en el enfoque contrario. Cuando se vive desde la sombra, todo es dolor, frustración, impotencia, rabia y envidia. La negrura te paraliza y el victimismo acaba siendo tu seña de identidad.
Desde la sombra generamos conflictos en el trabajo, con el jefe, los compañeros, los clientes. En la familia acaban apareciendo conductas que llevan discusiones eternas y en la sociedad nos dejamos llevar por la manipulación, la intolerancia y la falta de comprensión.
Debemos quemar nuestras ropas, disfraces, posturas y apegos en el fuego purificador del autoconocimiento para que podamos ver por un resquicio esa pequeña llama interna que llevamos dentro y que es nuestro verdadero interior.
La Luz disuelve la oscuridad mientras que esta nunca apaga a aquella.
Carlos Postigo
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