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La importancia del entorno para crear o eliminar hábitos



¿Te acuerdas de cuando hablamos sobre cómo funcionan nuestros procesos mentales? Hablábamos de señales que desencadenan en nuestra mente ciertos procesos que nos podrían generar anhelos, y eso nos llevaba a poner en marcha ciertas acciones.

Pues hoy hablamos de esas señales, que están siempre a nuestro alrededor. Más concretamente, de cómo el entorno nos puede servir de ayuda para crear buenos hábitos.

El entorno nos puede ayudar en dos sentidos:

Haciendo más visibles esos disparadores que van a provocar que realicemos una acción que nos interesa. Muy útil cuando queremos establecer un nuevo hábito.

Pero también reduciendo la exposición a aquellos que nos van a desecadenar un mal hábito, que queremos evitar.
Y es que nuestras acciones, como te digo, se asocian a disparadores, señales que encontramos en determinados contextos, y que nos generan un anhelo, para bien o para mal. Te pongo un ejemplo: Si quieres dedicar una hora a concentrarte en lo que tienes que estudiar, y tienes una TV cerca, es muy sencillo que mirar el mando te lleve a encender la tele y acabes poniéndola de fondo. El mando, en este caso, es un disparador que nos lleva a un mal hábito [Ojo, me refiero a estudiar con la tele de fondo]. ¿Por qué ocurre esto? porque tienes ya asociado el hábito de darle a encender si ves el mando a distancia cerca.

Otro ejemplo, quizás más claro ¿has intentado estudiar en tu cama alguna vez? seguro que si lo has intentado, además de dolor de espalda, te ha dado modorra, como poco. Y es que estás habituada a que la cama sea un espacio para dormir, descansar, y no estudiar. No es el objeto en sí (el mando, la cama) lo que te afecta, si no tu relación con ese objeto (el mando = evadirte, la cama = dormir). Son acciones que has repetido tantas veces que han generado ya un hábito.

En estos casos, lo mejor es cambiar de sitio, otro espacio que no tenga esos disparadores que puedan perjudicarte en tu esfuerzo para conseguir ese objetivo.

Tus hábitos cambian dependiendo de dónde te encuentres, los estímulos y señales que tengas delante.

Podemos tener también en cuenta que nuestras mentes son abanderadas de la ley del mínimo esfuerzo. Por mucho que nos peleemos por creer lo contrario. Nuestra cabeza va a buscar siempre la opción más sencilla, aquella que le ahorre más energía. Por tanto, cuantos más obstáculos encuentres para poner en marcha una acción, más te costará hacerlo, o ser constante.

La clave: hacer que sea lo más sencillo posible, reduciendo o eliminando esos obstáculos o puntos de tensión. Para eso, puedes diseñar tu ambiente de forma que éste te facilite lo máximo posible tus buenos hábitos.

Por ejemplo, dejando la mochila y la ropa para el gimnasio preparada con antelación, para evitar la pereza cuando tengas que prepararte. O dejando un frutero con fruta fresca bien a la vista, para cuando tengas ganas de un picoteo entre horas (y escondiendo mucho las patatas fritas que eligirías si no). O dejándote los materiales para pintar a mano, si es que es eso lo que quieres potenciar. Si te distraes con facilidad trabajando y te das cuenta de que tu mesa está llena de cosas, ordenarla y eliminar objetos de la vista puede ayudarte (reduces la exposición a posibles distracciones).

Hay una frase de B.J. Fogg que representa bien esto "Hay una forma de cambiar radicalmente tu comportamiento: cambiar radicalmente tu entorno"

Por último, un consejo muy útil es rodearte siempre de gente que te inspiren a realizar el hábito que quieres desarrollar. Con este ejemplo entenderás bien qué quiero decir, y luego te explico los motivos por los que ocurre así: Si todo tu grupo de amistades fuma, y tu quieres dejar de fumar, estar con ese grupo va a resultar complicado. Vas a necesitar mucha fuerza de voluntad para evitar fumar, aunque sea una caladita de ná (y no entro a hablar del humo de 2ª mano que será un placebo). En cambio, si eres la única persona que fuma en tu grupo, te resultará más sencillo dejarlo, sin necesidad de cambiar de grupo, ya que en él no encontrarás los disparadores que te generarán esa necesidad.

Cuando un hábito está bien visto en tu entorno, nos resulta más atractivo realizarlo, ya que, desde que nacemos, imitamos lo que vemos. Es la forma que tenemos, las personas, de aprender desde bebés (fíjate en un bebé de pocos meses, cómo mira tu boca cuando hablas, e imita los gestos).

Imitamos a la gente que tenemos cerca, por presión social (el cumplir con la norma nos hace sentir aceptados), a los grupos numerosos, por la sensación de pertenecer a una tribu, y a los poderosos, porque anhelamos más poder, prestigio o status. Esto es algo primitivo, que surge en nuestra amígdala, y que será una herramienta que podemos usar a nuestro favor, o con la que tendremos que luchar (y con bastante esfuerzo), si vamos en contra. Y no es por desanimar pero ¿ya te he dicho que tu cabeza buscará siempre la opción más sencilla?

Por eso, si en tu entorno está bien visto fumar, y lo quieres dejar, te costaría menos abandonar ese hábito cambiando de entorno (nuevo grupo) que peleando contra ese hábito dentro del grupo actual.

Si te interesa este tema, te recomiendo escuchar esta charla TED de Ramón Nogueras donde habla sobre el mismo tema. O leer el libro Hábitos Atómicos de James Clear, de los mejores que he leído sobre este tema.

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Etiquetas: hábitos
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