¿Hasta dónde llega nuestra ambición?



La ambición es ese gran peligro que hace que no nos importe el precio a pagar.

Dice el diccionario que la ambición es el deseo ardiente de poseer algo que no se tiene, especialmente riquezas, fama, poder u honores.

Y para conseguir ese deseo ardiente, ¿qué estamos dispuestos a sacrificar? La ambición no nos va a permitir librarnos de ese precio a pagar y lo peor, como decía en la primera frase, es que llegue a no importarnos.

¿No nos importa sacrificar a la familia?

¿No nos importa sacrificar la salud?

¿No nos importa sacrificar nuestros valores y principios?

¿No nos importa sacrificar nuestras creencias?

¿No nos importa vender el alma?

Buscamos cosas que nos producen satisfacción: poder, dinero, éxito, aplausos; dejándonos de importar la mentira, la calumnia, el robo, la manipulación, la corrupción... Parece que hay algo que nos dice que si renunciamos a nuestros principios vamos a tener un gran éxito y una gran felicidad, pero no nos olvidemos que podemos llegar a sacrificar a nuestra pareja y a nuestros hijos arrojándolos al becerro de oro, dejándolos abandonados con la clásica excusa de una casa más grande, un coche mejor, más juguetes, cuando en realidad siempre van a preferir una familia unida en la que sus miembros tengan tiempo para estar juntos y disfrutar de ese amor y esa felicidad que solo se encuentra en el verdadero hogar.

Quien todo lo quiere todo lo pierde.

La ambición es un veneno que entra en nuestro cuerpo haciendo crecer el egoísmo y deshumanizándonos. La ambición suele llevar a las personas a ejecutar los menesteres más viles.

La ambición está más descontenta de lo que no tiene que satisfecha de lo que tiene. Fénelon. Y solo se da uno cuenta cuando lo pierde.

Pocas o ninguna vez se cumple con la ambición que no sea con daño de tercero. Miguel de Cervantes. Y eso es lo grave que, como decía antes, la ambición suele llevar a las personas a ejecutar los menesteres más viles.

Quien se eleva demasiado cerca del sol, se quema. Se quema olvidando además el rastro que ha dejado en su camino.

La ambición es como un torrente: no mira nunca hacia atrás. Benjamín Jonson. Y al no mirar hacia atrás nunca ve el daño ocasionado.

Despertemos el sentido que queremos darle a nuestra vida. Debemos construirla sobre una roca firme y con los pilares fundamentales: amor, familia, alegría, valores, principios, creencias... Para que cuando soplen los vientos con fuerza nunca se caiga. No podemos caer en la ambición descontrolada construyendo nuestra vida sobre arena, porque siempre será grande su ruina hundiéndose como un catillo de naipes.

La voluntad se tiene que mantener firme para ser capaces de renunciar a todo aquello que nos impida el crecimiento como personas, apagando la llama del amor.

Lo decía muy bien San Basilio:” Los hombres estamos llamados a dominar el mundo, a ser dueños y señores de nosotros mismos. ¿Dominas toda clase de fieras? Me responderás: ¿Es que tengo fieras dentro de mí? Sí, y muchas. Fiera grande es la cólera cuando ladra en tu corazón, ¿no es más feroz que cualquier mastín? El que injuria afiladamente, ¿no es un escorpión? El codicioso, ¿no es un lobo rapaz? El lujurioso, ¿no es un caballo enfurecido? En resumen, hay muchas fieras en nosotros. Ahora bien, si dominando a las fieras de fuera, dejas que te dominen las de dentro, ¿te has hecho realmente señor de las fieras? Has sido creado para dominar: dominar las ambiciones, dominar las fieras”.




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