El año pasado, la APA (American Psychological Association) abordaba el tema de la intervención en el control de peso y el papel relevante de los psicólogos para el tratamiento. Esto debido a que la OMS todos los años, actualiza las cifras de obesidad y sobrepeso las cuales se encuentran en un 36% aproximadamente solo en EEUU.
La APA destaca que cuando se comienza en un proceso de pérdida de peso, muchas personas se plantean dos aspectos claves en su cambio de hábitos: el primero reducir la ingesta de alimentos y el segundo incrementar el ejercicio. Lo que muchos no se plantean y que es clave en este proceso es la comprensión y gestión tanto de los pensamientos como de las emociones que pueden interferir en un programa de pérdida de peso, es aquí donde el psicólogo juega un papel importante ya que puede acompañar a las personas en su cambio de conductas y estilo de vida, además de poder tratar aspectos que muchas veces se encuentran enmascarados como depresión, ansiedad, un trastorno de la alimentación o enfermedades crónicas y su adherencia al tratamiento.
En general, la visita inicial con un psicólogo está destinada a obtener información sobre sus antecedentes e historia personal, así como sus preocupaciones de base, recabando datos importantes, tales como su historial médico, el tipo de medidas orientadas a la pérdida de peso que ha llevado a cabo con anterioridad, el nivel de estrés autopercibido, su situación actual, si cuenta con fuentes de apoyo social (familia y amigos), o cuáles son sus hábitos –así como sus actitudes- en relación con la alimentación, la pérdida de peso y la imagen corporal, que podrían no ser compatibles con sus objetivos saludables.
Es importante determinar las conductas y/o creencias que podrían interferir en los esfuerzos de la persona por perder peso, por ejemplo, comer sin restricciones después de realizar ejercicio, utilizar la comida para hacer frente al estrés, creer que es imprescindible tomar postre después de las comidas, sensación de fracaso cuando la pérdida de peso se estanca, etc. Asimismo, es necesario hablar de los retos que han impulsado al paciente a tomar decisiones saludables, identificando a su vez qué factores desencadenantes le incitan a optar por las poco saludables.
El psicólogo puede evaluar también la existencia de posibles causas –por ej., depresión, ansiedad, trastornos de la alimentación como los atracones-, que podrían estar tras los problemas de peso
Al final de la primera visita, el profesional suele obtener una imagen completa del paciente, identificando las áreas de necesidad y las dificultades relacionadas con el control de peso, y puede comenzar a establecerse un plan de intervención.
Si bien estos planes varían de un individuo a otro, generalmente suelen ser breves, e implican: la enseñanza de conductas de autocontrol, cambiar viejas creencias y expectativas, establecer nuevas estrategias de afrontamiento y realizar cambios en el entorno doméstico y laboral para apoyar los objetivos saludables.
El programa de intervención suele centrarse en una conducta saludable a la vez.
Ya desde las primeras sesiones, es posible vislumbrar cambios; la mayoría de pacientes suele comenzar a refutar viejas creencias asociadas con los alimentos y a establecer otras nuevas acordes con sus objetivos saludables.
La APA finaliza su artículo recomendando una serie de pasos que pueden ser de utilidad a la hora de cambiar las conductas alimentarias y los pensamientos poco saludables:
Registre sus conductas: Las investigaciones señalan que las personas que llevan un registro diario de sus comidas, tienen más éxito a la hora de perder peso. Anote sus pensamientos, sentimientos, e información sobre el entorno (que comió, cuándo y qué estaba haciendo). Esto le ayudará a entender sus conductas alimentarias, y a identificar áreas de cambio.
Siga su nivel de actividad: Este es otro aspecto importante del autoregistro. Incluye no sólo la cantidad de ejercicio que realiza, sino también su grado de actividad a lo largo del día. Una táctica útil aquí, puede ser el uso de un podómetro para registrar el número de pasos diarios.
Haga comidas regulares: Hay pacientes que prescinden del desayuno con frecuencia, pensando que, de este modo, se reducen calorías o se ahorran para más tarde. Lejos de beneficiar, saltarse las comidas puede ralentizar su metabolismo, hacerle más propenso a atracones de comida, y tener un efecto negativo sobre su salud.
La práctica de la alimentación consciente”: La investigación muestra que las personas con problemas de alimentación no suelen prestar atención a si realmente se sienten hambrientos cuando comen. Los psicólogos pueden ayudar a aprender ejercicios de conciencia plena para incrementar este conocimiento, y hacer que la comida sea más agradable.
Identifique factores asociados con las comidas: A veces, las personas pueden asociar ciertas emociones, experiencias o actividades diarias con conductas particulares. Por ejemplo, si usted come normalmente viendo la televisión, su cerebro hace una asociación entre la alimentación y la TV. En este caso, puede comenzar a romper esta asociación, evitando comer mientras está sentado frente a la pantalla.
Reconozca sus emociones: Es importante averiguar qué está sucediendo emocionalmente mientras picotea, come en exceso o elige alimentos poco saludables. Identifique el sentimiento: ¿Es aburrimiento, estrés o tristeza? Es necesario que los pacientes determinen si en realidad están hambrientos o simplemente comen en respuesta a una emoción. Si usted no tiene apetito, trate de satisfacer la necesidad de otra manera.
Modifique sus pensamientos y conductas poco saludables: Reforzar conductas saludables es importante de cara a lograr sus metas de control de peso. Frecuentemente, el tener que cambiar hábitos relacionados con la salud suscita pensamientos y sentimientos negativos en las personas, que ven el proceso como un castigo. A este respecto, algunos tienen una actitud de todo o nada, identificando la pérdida de peso en términos de seguir o no seguir una dieta. La labor de los psicólogos aquí es ayudar a hacer frente a los sentimientos negativos y encontrar maneras de recompensar los cambios saludables en sus hábitos alimentarios.
Fuente: APA
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