Cuerpo y tristeza, la "manta de plomo"

Cuerpo y tristeza, la "manta de plomo"


Un fenómeno bastante común cuando hay síntomas distímicos o depresivos, es la sensación de estar cubierto muchas veces durante el día, por una "manta de plomo".

Según las descripciones de mis pacientes, es algo parecido a despertar, cubierto de pies a cabeza por esa manta, que fácilmente pudiera pesar 50 o 60 kilos, lo cual impide la actividad y la iniciativa. En las anamnesis, se describe pesar en los ojos, pequeños dolores de cabeza, sensación de sopor, dificultades físicas invalidantes. Podría tener relación con la fibromialgia.

En virtud de la intensidad o peso de dicha manta, el paciente se deja caer en la inactividad y relaciona su sensación física con núcleos tristes de su vida.

Una vez conocido ese síntoma básico, muy relacionado con lo físico y el sistema nervioso, tendremos acciones concretas, al margen de lo que es la psicoterapia profunda:

Comprendemos que el fenómeno es automático y no depende de la voluntad de la persona, teniendo su origen en un efecto físico ⁃ Aprendemos a identificarlo en sus momentos y actuar con rapidez.

También interiorizamos la necesidad de reposar y descansar en los peores momentos para tomar fuerzas, poniendo un límite a ese descanso, para no entrar en una clinofília, y además diferenciamos el lugar donde vamos a descansar del nocturno.

Comprendemos también la situación que nos acapara y aprendemos a tolerarla como si fuera una enfermedad física. De hecho, el efecto que estamos hablando, tiene un componente físico muy importante.

La "manta de plomo"

Profundizando en la descripción de lo que hemos llamado manta de plomo, insistiremos en que es una condición física que podría ser heredada/endógena o bien sobrevenida por algún factor puntual.

Se trata de una sensación donde el peso del efecto físico nos deja sin fuerza, que podemos notar, principalmente en la parte muscular y en la cabeza en la parte occipital y parietal.

Ocasiona una importante sensación de sueño, y como consecuencia de todo ello, se produce una desgana, inactividad y un torbellino de pensamientos alrededor de la tristeza relacionados con la propia incapacidad, etc.

Aprender a diferenciar de la naturaleza de lo que es la persona, su vomuntad, sus propósitos y capacidades, de este efecto automático físico, y como hemos dicho, aprender actuar rápido, adecuando el ritmo necesario con el reposo, al tiempo que empleamos la inteligencia para empezar a encontrar pequeñas satisfacciones en las cosas más sencillas, es el primer paso para enfrentar el efecto que llamamos manta de plomo.

Desde aquí invito a quienes sufren este síntoma a ser prudentes, y a pesar del sentimiento de insignificancia o impotencia, posicionarse en un punto distinto:

Mi cuerpo engaña, esa sensación y lo que se relaciona con ella es un componente que siento que no me define y, despacio y adecuado a mis posibilidades, ¡puedo actuar!

Un medio privilegiado para combatir este tipo de síntoma es aprender la relajación profunda e incorporarla a los hábitos del día para siempre.

Aconsejo realizarla dos veces al día, antes de empezar la jornada de la mañana y de la tarde. Es más que medicinal.

Y ni que decir tiene que el paso siguiente, la meditación sobre la atención permite aún mayor intervención del propio paciente y además puede ser el principio de algo maravilloso, conocer la naturaleza de la mente y formarla. Ahora disponemos de herramientas recortadas sobre la auténtica meditación,como mindfulness, que también pueden ayudar.

Nota: El artículo ha sido publicado originalmente en Saludterapia.

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