Imagínate que cada día te llamo por teléfono al comenzar la mañana. Tras saludarte y desearte un buen día, te leo tu futuro mediante unas bonitas cartas del Tarot, gemas, o lo que más gustes. Conozco muchos métodos, todos infalibles. Te cuento durante tu desayuno todo lo que te va a ocurrir durante el día. No te preocupes, cada mañana podemos hablar, y estarás durante todo el día viviendo lo que te he pronosticado. Prometo que no descansaré y nunca me iré de vacaciones, estaré siempre a tu disposición cada mañana. Ya no tendrás que preocuparte más en tu vida, porque todas las mañanas sabrás cómo va a acabar el día.
Sería sencillo, ¿no?, al menos eso pensaba yo. Por más que vendo este servicio nadie lo compra. Aún no sé si es porque no creen en mis habilidades de adivino o porque simplemente les asusta la idea de conocer su futuro. Nadie quiere algo así, porque entonces parece que se limita la libertad de las personas. Alguien pensará… bueno, yo no quiero que me llames todos los días, pero sí alguno. No, no, eso es trampa, o todos o ninguno, es el trato.
Vamos a rebajar un poco la tensión y crearé para ti otro servicio menos comprometedor. Cuando comiences una relación, me llamas por teléfono, y tras facilitarme su identificación, podré responder cuánto tiempo va a durar la relación. Te diré al instante si es la persona con la que pasar toda tu vida; el jefe del que más aprenderás sin problemas; el amigo que nunca te fallará, etc., o en cambio, si existe algún problema obvio que me hace saber rápidamente si esa relación fallará. Créeme, no fallo.
¿Esto te dejaría más relajado? Me temo que no, que a la mínima de cambio empezarías a pensar que me he equivocado en el pronóstico, o que cualquier otra cosa estaba funcionando mal. No pasa nada, porque por más que queramos, las cosas pueden variar mucho, y en eso, el contexto ayuda mucho. Personalmente estuve cinco años buscando métodos que hicieran sencillo detectar si la relación que acabas de crear sería perfecta. Analizaba todos los factores (o condiciones), tanto necesarios como motivadores, que hacían compatibles cualquier pareja, e incluso, apliqué reglas para su gestión dinámica.
Son herramientas útiles y tras varios años de estudio, soy uno de los mayores expertos del mundo en analizar los gustos y preferencias de las personas (sólo hay que mirar el sistema creado), y por extensión, de lo que pueden pedir a una relación. Pero hay una cosa que siempre se me escapaba de la ecuación, porque nunca me enseñaron a detectarla. Esa química especial que he sentido pocas veces en mi vida, las podría contar con los dedos de una mano.
¿Te has parado a pensar con cuánta gente nos relacionamos cada día? No estamos solos, aunque en algunas ocasiones nos gustaría, y la realidad es que estamos destinados a compartir nuestras vidas con muchas personas. Siempre me entristece pensar que hay demasiada gente que no se sabe relacionarse, y prefieren buscar la diferencia en vez de todo lo bueno que nos une. En la variedad está el gusto, siendo maravilloso que existan distintas culturas, religiones, idiomas, etc. Pero en vez de sacarle valor a esto, muchas veces, es un motivo de enfrentamiento, de peleas, e incluso guerras por el poder. Es triste, porque no suele haber nadie ni mejor ni peor, simplemente somos distintos.
Cuanto más viajo por el mundo, más veo la necesidad de que todos despertemos, dejando a un lado la historia uniéndonos sin mirarnos por encima del hombro. Es cierto que es difícil, pero no es menos cierto, que lo tendemos a hacer más complicado aún si cabe. Siempre he pensado que hay una solución sencilla. Tan sólo hay que inventarse una raza alienígena de esas que salen en las películas y que vienen a invadirnos. Algo que sea de verdad, invasores del espacio, de esos malos, malísimos. Seguro que nos uniríamos todos para que la especie humana siguiera adelante, y nos dejaríamos de historias ridículas para presumir de nuestro lugar de nacimiento o nuestra clase social. Pero claro, entiendo que una raza avanzada de otro planeta, que consiga llegar al nuestro, seguro que tiene mejoras cosas que hacer que asaltarnos sin sentido. Personalmente me quedaría a unos cientos de kilómetros de distancia y vería cómo nos queremos pegar todos los días, en plan Gran Hermano. Seguro que me reiría muchísimo.
Somos dueños de nuestra vida, de nuestras relaciones, de saber complacer a nuestras personas cercanas, de dar los buenos días siempre al despertar. Aceptemos el compromiso de querer cambiar para dar sentido a nuestra vida y trabajar nuestra felicidad, porque los marcianos no van a venir a arreglarnos las cosas. Eso es lo que me dicen las cartas del Tarot hoy. Sonríe.
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