Tanto la quimioterapia como la radioterapia son dos de los tratamientos más habituales indicados especialmente para tratar una de las enfermedades que más afecta a la población en las últimas décadas: el cáncer.
Se pueden usar combinadas o por separado en función de la gravedad del tumor. Descubre qué diferencias existen entre una y otra.
Quimioterapia
La quimioterapia puede ser administrada en forma de fármaco por vía oral o a través de inyecciones (intramusculares, venosas o en la médula o el cerebro) en función de la zona afectada y la gravedad del caso. En cualquier situación este tipo de tratamiento debe actuar a través de la sangre.
Son tres sus posibles funciones:
Curar el cáncer.
Impedir que este se extienda.
Aliviar los síntomas cuando, desgraciadamente, el tumor no puede curarse.
La quimioterapia se administrá frecuentemente en ciclos de días, semanas o meses, que varían según el paciente, con descansos entre una sesión que varían igualmente en cada caso.
El objetivo de este tratamiento es destruir las células cancerosas que se multiplican rápidamente, sin embargo, aunque no es lo deseable, en ocasiones también pueden verse dañadas células sanas que necesitan multiplicarse con rapidez como es el caso de las que están presentes en el cabello, en la sangre o el revestimiento digestivo. En estos casos el tratamiento provoca efectos negativos como:
Mayor riesgo de infecciones.
Fatiga.
Hemorragias abundantes, incluso durante la realización de tareas cotidianas.
Dolor como consecuencia del daño en los nervios.
Problemas en la boca como sequedad, úlceras o hinchazón.
Inapetencia y pérdida de peso.
Malestar estomacal, vómitos y diarrea.
Durante el tratamiento el médico realizará revisiones periódicas para comprobar la salud del paciente y asegurarse de que la quimioterapia está actuando adecuadamente. Asimismo, le proporcionara algunos consejos a seguir para prevenir o atender los efectos secundarios que describimos anteriormente.:
Ser cuidados con las mascotas.
Llevar una dieta sana y equilibrada capaz de ayudar a mantener el peso.
Tener cuidado al realizar actividades que puedan provocar sangrado.
Poner en práctica hábitos seguros y saludables al comer y beber.
Lavar las manos con frecuencia, siempre con agua y jabón.
Radioterapia
La radioterapia, por su parte, utiliza rayos X de alta potencia, partículas o semillas radioactivas para combatir las células cancerosas evitando que se dividan y se reproduzcan. Sin embargo, al igual que ocurre con el tratamiento basado en quimioterapia, pueden verse afectadas las células sanas provocando efectos secundarios no deseados como:
Pérdida de cabello.
Dolor y enrojecimiento de la piel.
Descamación de la piel.
Hiperpigmentación.
Muerte del tejido cutáneo.
Picazón.
Fatiga y malestar.
Dificultad o dolor al tragar.
Edema.
Inapetencia.
Nauseas y vómitos.
Aumento del riesgo de infecciones.
Estos síntomas varían en cada persona y aparecen en función de la parte del cuerpo en la que la radioterapia es aplicada, la dosis y la frecuencia con la que se realice.
Habitualmente este tratamiento es utilizado para disminuir el tamaño del tumor lo máximo posible antes de realizar la cirugía, o para prevenir la reaparición del mismo después de haberse realizado. También puede ser usado para aliviar los síntomas del cáncer o tratar aquellos que no pueden ser extirpados mediante cirugía.
Existen dos formas de aplicar la radioterapia:
Radiación de haz externo: es la más común y consiste en que los rayos X de alta potencia son apuntados directamente sobre el tumor desde fuera del cuerpo.
Radiación de haz interno: consiste en la utilización de semillas radiactivas que son colocadas en el interior o cerca del tumor.
Fuente: Medline Plus (Quimioterapia y Radioterapia).
Imágenes (por orden de aparición): Alex E. Proimos/Flickr, Phil and Pam/Flickr, jennifrog/Flickr y Alex E. Proimos/Flickr.