Cuando somos pequeñxs y nos cuentan la verdad, “los Reyes no existen, son los padres”, ya podíamos intuir que ese cuento tenía mucho de mágico y poco de realista. Igual pasa con la normalidad.
Tener unx hijx normal, una relación normal, una pareja normal, una erótica normal… ¿Cuántas veces nos hemos encontrado con situaciones así?
Cada vez que escucho la palabra normal, me chirrían los oídos, y con frecuencia, este hecho suele ser independiente de lo que le precede. La normalidad no existe, es la sociedad. Es un invento que se ha creado para, en algunos casos, medicalizar, patologizar, culpabilizar y un sinfín de -izares cuando nos salimos del camino que supuestamente se ha marcado para nosotrxs.
Quizás en demasiadas ocasiones se habla de normalidad cuando en realidad sería más adecuado hablar de frecuencia. Como ya os he dicho antes, la sociedad es la encargada de marcar los límites de lo que considera normal o anormal, empleando casi siempre, la frecuencia con la que se repite el hecho, la circunstancia o la característica en sí. Una de las consecuencias más directas de este hecho es hacer que nos sintamos culpables, raros, diferentes, en lugar de fomentar el sentimiento de ser únicos e irrepetibles.
Ser diferente es la norma y no la excepción. Y es que, en esto de la sexualidad e incluso de la erótica, la normalidad está muy bien definida y limitada. Hay fines y objetivos muy claros, y uno de los denominadores comunes encargados de delimitar, suele ser la procreación. Aquellas parejas, personas, colectivos, prácticas o conductas cuya finalidad principal no sea la de traer nuevos individuos al mundo, descienden a segunda o incluso tercera categoría. A otrxs, automáticamente se les niega una cualidad inherente al ser humano: la sexualidad. Algunos ejemplos son: niñxs, personas mayores, colectivo LGTBI, personas con diversidades funcionales, enfermedades poco frecuentes, masturbación, caricias, sexo oral, anal, masajes, besos, etc.
Y es que, esto de la sexualidad y la erótica, no deja de ser un juego, en el que, por supuesto pueden haber reglas, pero en el que todos y todas tenemos derecho a jugar, independientemente de que nuestro objetivo sea ganar o pasar un buen rato.
Hoy, 28 de junio, es el día de la diversidad, es el día en el que podemos sentirnos orgullosxs de ser quienes somos, de sentir como sentimos y de expresarnos como lo hacemos. Porque las personas, tenemos mucho de diversidad y poco de “normalidad”.
Bárbara Sáenz Orduña. Sexóloga en Serise Sexología.
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