Cuando nos instalamos en el observador interno, trascendiendo la mente, se produce en nosotros una apertura de visión, ésta se hace más amplia y a la vez más profunda. Dejamos de estar a merced de las fluctuaciones de nuestra mente y nuestras emociones. Ello nos proporciona una mayor compresión del mundo que nos rodea y de nuestros propios procesos internos.
La próxima vez que sientas una emoción o sentimiento que no deseas sentir, que te obsesiones, o que acuda a tu mente alguna idea desagradable, acuérdate del observador en ti y conviértete en él o ella para observar esa emoción, ese sentimiento, pensamiento, desde fuera. Con la práctica verás que hacer esto te servirá de gran ayuda en muchas ocasiones, sobre todo cuando te sientas atrapado por lo que pasa en tu interior, por tus roles, por tu vida, por el mundo.