La intolerancia a la lactosa

Causas, síntomas y tratamiento

La intolerancia a la lactosa es una enfermedad muy común, a pesar de estar infradiagnosticada, que se caracteriza por incapacitar a la persona para digerir el azúcar natural de la leche, conocido como lactosa, ya que el intestino no produce la lactasa, una enzima necesaria para ese proceso.
 

Síntomas de la intolerancia a la lactosa


La intolerancia a la lactosa se produce porque la lactosa no puede ser digerida correctamente por el enfermo, cuando llegue al colon de este puede provocar uno o varios de los siguientes síntomas

  Gases y flatulencias.

  Molestia o dolor abdominal.

  Nauseas esporádicas, a veces acompañadas de vómitos.

  Periodos de diarreas que se suelen presentar entre media hora y tres horas después de la ingesta de alimentos con lactosa.

                                          


Los síntomas varían en función de la persona (hay quienes toleran una ingesta baja de lactosa) y de otros factores como la concentración de lactosa intestinal residual, la cantidad de lactosa ingerida e incluso cómo fue ingerida (sólo a con otros alimentos, por ejemplo).

Tipos


En función de la deficiencia de lactasa se pueden dar tres tipos de intolerancias a la lactosa: deficiencia primaria, deficiencia secundaria y deficiencia funcional de lactosa.

Dentro de las deficiencias primarias de lactosa se pueden dar dos casos:

  Deficiencia congénita de lactasa: se inicia con la primera toma de leche del recién nacido desencadenando síntomas severos que conducen a la desnutrición. Este tipo se da en muy raras ocasiones.

  Deficiencia de inicio tardío: se manifiesta generalmente después de los veinte años de vida, aunque la disminución de la actividad lactásica empieza inmediatamente después del fin de la lactancia materna.



La deficiencia secundaria de lactasa por su aparte se caracteriza por tratarse de una situación temporal causada, generalmente, por un daño en la membrana del intestino delgado, pero también como consecuencia de la enfermedad celiaca, alergia a las proteínas de la leche de vaca o cirugía gastrointestinal. Además, aquellas personas con infecciones gastrointestinales como gastroenteritis o desnutrición, así como las que han evitado durante un tiempo prolongado consumir alimentos con lactosa, son especialmente vulnerables a este tipo de intolerancia.

Por último, la deficiencia funcional de lactosa se caracteriza en cambio por desarrollarse en aquellas personas que presentan un rápido vaciado gástrico, como aquellos que se producen como consecuencia de gastrectomías, vogotomías, etc.

 

Diagnóstico y tratamiento
Existen varios métodos para saber si una persona que presenta alguno de los síntomas detallados anteriormente padece intolerancia a la lactosa, será decisión del médico recomendar el más adecuado a cada caso:

 

  Historia clínico-dietética: consiste en complementar la historia clínica con una historia dietética para observar una posible relación entre la ingesta de leche y sus derivados con los síntomas.

  Dieta restringida de lactosa: de este modo se puede comprobar si al eliminar esta sustancia de la dieta los síntomas remiten.

                                     



  Test de hidrógeno aspirado: esta prueba se caracteriza por medir la cantidad de hidrógeno en el aliento del paciente tras la ingestión de cincuenta gramos de lactosa.

  Test de tolerancia a la lactosa: es similar a la prueba anterior, con la diferencia de que en esta última lo que se mide es los niveles de glucemia.

  Biopsia del intestino delgado: de este modo se podrá observar si existe o no presencia de lactosa en la mucosa intestinal.

El tratamiento de la intolerancia a la lactosa pasa por eliminar o reducir de la dieta todos aquellos alimentos que contengan esa sustancia. En aquellos casos en que el nivel de intolerancia sea leve, no obstante, pueden consumir cantidades razonables de lactosa sin desarrollar síntomas graves, aunque existe mucha variabilidad dependiendo del momento de la ingestión y de los alimentos de los se acompaña.

                                     



Agradecimientos: Dra. Mª Dolores Cabañas Armesilla, Departamento de Anatomía y Embriología Humana, Facultad de Medicina (Universidad Complutense de Madrid, España) y Kaiku.

Imágenes (por orden de aparición): MacJewell/Flickr, m.mate/Flickr, idovermani/Flickr, Kanko*/Flickr, Ben Sutherland/Flickr y byJoeLodge/Flickr.
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