¿Por qué está de moda la dieta Keto?

Hasta hace bien poco, el consumo de grasas saturadas se consideraba uno de los principales factores que estaban detrás del gran incremento de enfermedades cardiovasculares en el mundo desarrollado.

Los informes epidemiológicos son claros: mientras en los países en desarrollo las enfermedades infecciosas son la verdadera lacra, los países más ricos y avanzados deben lidiar con las enfermedades cardiovasculares. Infartos, trombosis o hipertensión son palabras que escuchamos con frecuencia; las ventas de fármacos pautados para estas enfermedades no dejan de crecer; y, por supuesto, la promoción de un estilo de vida saludable que minimice los riesgos de sufrir estas enfermedades es de máxima importancia para todos.

Sin embargo, y quizás a consecuencia de toda esta preocupación social y política, el consumo de grasas ya no se considera como el factor que estaba detrás del aumento de estas enfermedades. Seguramente alguna de nosotras recordará la mala fama que tenía el consumo frecuente de huevos, mientras que las recomendaciones actuales indican todo lo contrario. Y así con una larga lista de sospechosos finalmente descartados.

En este contexto los médicos y nutricionistas manejan las grasas de manera que hay algunas cuyo consumo está asociado con el desarrollo de estas enfermedades y otras que contribuyen a su prevención. El panorama actual, por tanto, poco tiene que ver con el del pasado.

¿Una dieta basada en el bajo consumo de hidratos?

Y esto ha tenido una consecuencia, y es que las dietas basadas en el consumo de estas grasas beneficiosas se han popularizado. Las más famosas, las dietas cetogénicas, pero también la dieta paleolítica. ç

En una entrada anterior explicamos lo que eran las dietas cetogénicas. Brevemente, son dietas donde el consumo de hidratos de carbono (azúcares) se reduce al mínimo y se promueve el consumo de los otros nutrientes, principalmente proteínas y grasas. Esta reducción drástica promueve que en nuestro organismo se acumulen los llamados cuerpos cetónicos, compuestos que se producen durante la degradación de las grasas y que sirven para identificar que estamos en cetosis. Cuando las grasas consumidas proceden de las reservas del cuerpo es cuando se consigue perder peso, y esto se consigue cuando ingerimos menos calorías de las que necesitamos para vivir, pero sin pasarnos porque si no podríamos tener carencias nutricionales y ver que, en vez de perder peso, lo ganamos. Son equilibrios delicados.

La dieta paleolítica es muy similar a la cetogénica; también aquí se reduce el consumo de hidratos de carbono, pero sin ser tan drástico como en el caso anterior; así, en esta dieta no hay producción de cuerpos cetónicos. Por ejemplo, mientras el consumo de fruta está prohibido en una dieta cetogénica, la dieta paleolítica la permite sin problema ninguno.

Otra diferencia es que las dietas cetogénicas requieren de un estricto control por parte de expertos en nutrición porque no es muy recomendable mantenerlas indefinidamente, mientras que la dieta paleolítica se concibe más a largo plazo. De hecho, como su nombre indica, se basa en diseñar un esquema de alimentación similar al que la humanidad seguía en esta época prehistórica. La fruta, por supuesto, era un alimento que se podía encontrar con facilidad en el entorno y sería un derroche incomprensible no consumirla.

En resumen, más allá del parecido en que ambas dietas tienen (ser regímenes de alimentación con un bajo porcentaje de hidratos de carbono), son totalmente diferentes en su diseño y en como nuestro cuerpo se comporta.

¿Por qué la dieta cetogénica está mejor valorada?

Porque la pérdida de peso es mucho más rápida y evidente.

Que el cuerpo entre en cetosis significa que las grasas se están consumiendo.

La espectacularidad de resultados de las dietas cetogénicas necesitan de un estrecho control por parte de un equipo profesional que haga un seguimiento permanente, asegurando que se siguen ciertas pautas regulando también la duración, ya que no se recomienda mantenerlas durante mucho tiempo.

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