Los peores enemigos del sexo

Si lo hacemos una vez a la semana, ¿Se supone que tenemos buen sexo?

Si no es así, ¿Me debería preocupar?

Estamos a gusto, pero no siempre me apetece. ¿Es que no hay deseo?

¿Cómo puedo prevenir el deterioro sexual y luchar contra la rutina?

Los peores enemigos del sexo, además del estrés, la rutina, el cansancio y el exceso de trabajo, parten de nuestros miedos y las consiguientes artimañas mentales para impedir no echarnos a perder en el terreno sexual. A menudo, para solucionar los incipientes “problemas de sexualidad” con nuestra pareja, generamos creencias desadaptativas que, en lugar de activar el deseo y hacer florecer la práctica sexual, solamente la limitan.

El sexo obedece a una fuerza instintiva que nos impulsa a actuar de determinada manera para satisfacernos. En lugar de dar permiso a que el instinto fluya, lo encorsetamos, planeamos y preestablecemos. Más que pasarlo bien, estás sembrando un buen terreno para la puesta a examen y las consiguientes expectativas frustradas que se encargaran de sabotear el resto. Tus órganos sexuales puede que funcionen,  pero quizás no ocurra lo mismo con tu cabeza…

¿Quieres saber cuáles son los peores enemigos del sexo?

Querer cumplir con la dosis semanal

Todavía son muchos los que todavía se rigen por este mito sexual: “Los buenos amantes tienen sexo cada semana”. Como muchos quieren seguir manteniendo su buen estatus en el ámbito sexual, deciden cumplir a rajatabla su encuentro semanal. Es algo así como ingerir 5 raciones de fruta al día. Irremediablemente, te apetece de todo menos eso. Aún no has ingerido la tercera pieza y ya aborreces la cuarta. Por esta razón, muchos sexólogos, al empezar las terapias con parejas que presentan disfunciones sexuales, prohíben mantener relaciones hasta que el tratamiento finalice. ¿Te imaginas que ocurre entonces?

En ningún caso “cumplir” esa semana te exime de posibles problemas sexuales. Tan sólo te sirve para gozar de un falso control, ajustándote a tu ilusoria teoría sobre la buena práctica sexual.

Ni el que tiene sexo cada día implica que sea bueno, ni el que no lo tiene en dos semanas, implica que su vida sexual sea un desastre.

Hacerlo siempre el mismo día

Son muchas las parejas que tienen un día estipulado para sus encuentros sexuales. Sin haberlo pactado, saben que el sábado después de comer es “su momento”. De manera que en lugar de usar la espontaneidad como motor libidinoso, lo estipulado y el corsé de la rutina hacen que el instinto sexual se convierta en un hábito, rompiendo la base en la que se sustenta.

Según la RAE:

Hábito: Modo especial de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes.

Instinto: Impulso natural, interior e irracional que provoca una acción o un sentimiento sin que se tenga conciencia de la razón a la que obedece.
Puede que haya más números de que ese impulso despierte un sábado si disponéis de tiempo y de un estado de ánimo distendido, pero cumplir religiosamente cada semana, el mismo día, a la misma hora es totalmente opuesto a la espontaneidad de la que se nutre el placer. Quizás un martes asome ese instinto, pero tú mismo te encargues de reducirlo porqué el “momento adecuado” no es ese. ¿Entonces cuál?

Tener elevadas expectativas

No hay nada más alejado del placer que la obligación. El sexo implica sentirse libre, sin ajustarse a normas, ni protocolos.

“Para sentir que ha ido bien… debemos llegar al orgasmo los dos, debe haber penetración, tenemos que sentirnos conectados, mirarnos y acariciarnos…”. Puede o puede que no. Cada encuentro sexual es distinto, generar un check list para poder evaluar que ha sido favorable es algo así como someter a examen tu práctica sexual. ¿Cómo no vas a cargarte ese placer que buscas?

Volviendo a las técnicas paradojales, ¿Qué crees que ocurriría si como terapeuta te prohíbo llegar al orgasmo en los próximos 15 días? ¿Y si por el contrario, te obligo a gozar de uno como mínimo 3 veces a la semana? Casualmente, la respuesta es que frente la primera consigna, despertaré tus ganas y ante la segunda, las destruiré. Revisa tus constructos, la mente puede encargarse de bloquear o potenciar el cuerpo sano del que gozas.

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