La vida basada en valores en tiempos de pandemia

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Las medidas de confinamiento impuestas a fecha de marzo de 2020 están siendo, de una manera u otra, suavizadas. Ello permite a la población realizar actividades fuera del hogar, además de poder verse unos a otros, recuperando nuestra vida. Un confinamiento que, hace tan solo un par de meses, parecía no tener una fecha de vencimiento.

Sin embargo,  esta “nueva normalidad” a la que se alude, ha cambiado de manera drástica. Los hábitos que anteriormente se tenían: los elementos de señalización y colas para entrar en establecimientos cerrados se han convertido en un deber. Por no mencionar que, la cultura en la que de manera casi innata se procedía a saludar o a despedir con dos besos, un apretón de manos, o incluso, un abrazo, ha quedado hasta el día de hoy paralizada.

LA TRANSFORMACIÓN DE LAS NECESIDADES SOCIALES EN EL CONTEXTO ACTUAL

No hay anhelo más importante para el ser humano que una vida digna, llena de sentido.  Tener la sensación de que nuestra vida tiene sentido elegido por nosotros mismos,  es una gran fuente de motivación ilimitada.

El COVID – 19 ha llegado a parar determinados ámbitos de la vida. Con ello, también nos ha enfrascado de manera inmediata en la realidad actual, viéndose nuestra libertad de elecciones limitada. A ello, puede sumarse la sensación de una realidad incontrolable, no vista nunca: se pueden llegar a ver al resto de personas como  un peligro a esquivar por ser una posible fuente de contagio. Lo que insta a la población al uso reglamentario de medidas de seguridad para la prevención de futuros contagios y por tanto, de la propagación del virus. Se podría decir que, la enfermedad no es lo único contagioso, sino que dadas las circunstancias, también lo es el miedo.

Por tanto, contener una epidemia implica la realización de cambios en nuestra conducta, tal como está sucediendo. No obstante, la imposición de políticas de este tipo implica el riesgo de traumatizar a la población si se toca la fibra de toda una cultura en ausencia de respuestas y en presencia de la incertidumbre actual. No hace tanto tiempo que la población de Sierra Leona atravesó  la epidemia del  ébola. Una comunidad que, anteriormente a la epidemia, ya estaba devastada por  la guerra civil y que debía de enfrentarse a las consecuencias de una enfermedad que acabaría con cerca de cuatro mil vidas más.

¿Cuál podría ser nuestro papel como seres individuales?


No cabe duda de que, en líneas generales, solemos basar nuestra vida en sistemas de gratificación inmediata, en los “tengo que”  y en los objetivos a corto plazo en los que se puedan tachar tareas realizadas sobre un calendario. Lo cierto es que esto es algo impuesto por una sociedad que siempre ha estado yendo deprisa y en la que ahora no le ha quedado otro remedio que ralentizarse. La disminución en el ritmo de vida tiene consecuencias negativas en materia económica, sobre todo para los colectivos más vulnerables (pequeños empresarios, familias en situación de desempleo o en riesgo previo a la crisis de exclusión social, etc.). Por no mencionar, además, las bajas en vida que ha dejado la pandemia amén de situaciones de soledad no deseada en personas de mayor edad.
valores


Con “la nueva normalidad”, tenemos una nueva oportunidad de revisar nuestro sistema de valores individuales en base a la oportunidad de mejorar tanto como seres individuales, como pertenecientes a un grupo en las mismas circunstancias. Esta revisión en nuestros valores podría compararse con una brújula que nos guía a tomar las decisiones que consideramos más importantes y que llenan de sentido nuestras vidas. En el caso de la realidad de ahora, los valores que más conciernen son el sentido de responsabilidad y aprecio a la vida tanto de uno mismo y de los demás, aceptando las incomodidades de las medidas de protección (a corto plazo); para la disminución de los contagios con el fin de  no agravar la situación (a largo plazo).

LA OPORTUNIDAD DE APRENDIZAJE INCLUSO EN LOS AMBIENTES MÁS ATROCES

El hecho de aludir a la palabra “oportunidad” puede resultar un tanto contrario si la ponemos dentro del contexto de ambientes duros e inhumanos. Lo cierto, es que tampoco se quiere dejar entrever en estas líneas el alentar a la búsqueda de la felicidad, cuando lo normal y esperable es que, dentro de las situaciones difíciles que se estén viviendo, esa búsqueda puede que al final solo provoque más desdicha y más sensación de frustración. Viktor Frankl en su libro “El hombre en busca de sentido” reflejaba bien esta situación a través del sufrimiento humano en los campos de concentración en la II Guerra Mundial. Superviviente a los campos de concentración nazis, y habiendo tenido la oportunidad de escapar, encontró la voluntad de ayudar a los más vulnerables en aquel horror, descubriendo, así, la capacidad de ser libre y responsable dentro de las situaciones más difíciles para el ser humano.

“Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas – la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias- para decidir su propio camino”

Viktor Frankl – El hombre en busca de sentido

Fuente: este post proviene de Psicólogos Málaga PsicoAbreu, donde puedes consultar el contenido original.
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