Existe poca evidencia que apoye cualquier impacto a largo plazo del índice de masa corporal (IMC) materno en el embarazo sobre el riesgo de obesidad de un niño en la infancia y la adolescencia, según concluye un nuevo estudio publicado en ‘PLOS Medicine’ por Rebecca Richmond, de la Universidad de Bristol, Reino Unido, y colegas.
La investigación ha demostrado que el IMC de una madre durante el embarazo se asocia con un mayor tamaño al nacer de sus hijos, pero no está claro si esta relación continúa durante la infancia y si está mediada por procesos que ocurren durante la gestación, como los efectos de la circulación de la glucosa y los niveles de lípidos.
En el nuevo estudio, los investigadores utilizaron la masa corporal y la información genética en 6.057 pares de madre-hijo de dos estudios prospectivos de cohortes de nacimiento.
En una cohorte, se midió el IMC de la progenie alrededor de los 6 años de edad; y en el otro se tomó varias veces entre las edades de 7 y 18 años.
Aunque los autores encontraron asociaciones entre el IMC materno antes del embarazo y el IMC de la descendencia en todas las edades, estos vínculos se explicaron en gran medida por la transmisión de genes asociados con la grasa.
Cuando se integró una puntuación de riesgo genético ponderada en el análisis, la relación restante entre el IMC previo al embarazo de una madre y el IMC infantil de su descendencia fue casi nula.
Entre las limitaciones del estudio están algunas pruebas de sensibilidad, que se basó en la información sobre el IMC previo al embarazo aportada por las madres y no incluyó ningún análisis sobre el aumento de peso durante el embarazo.
“Estos hallazgos sugieren que las intervenciones de salud pública dirigidas a todos los miembros de la familia y a diferentes etapas del curso de la vida son probablemente importantes y potencialmente más propensas a detener la epidemia de obesidad que un enfoque sobre el sobrepeso materno y la obesidad en el embarazo”, concluyen los autores.
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