Propósitos de año nuevo. ¿Son realmente necesarios?

Cuando empieza el año es normal que hagamos balance del año que despedimos y miremos el año que comienza con entusiasmo. En este momento es común también hacer una especie de lista de propósitos que a menudo se repiten año tras año y se convierten más bien en una tradición que en una lista de objetivos verdaderamente útil y motivadora.

Es obvio que para algunas personas este listado de propósitos puede convertirse en una fuente de motivación y un buen motor de cambio. Pero si somos del todo sinceros, para la mayoría de nosotros este listado en el mejor de los casos quedará olvidado en el fondo de un cajón y en el peor de los casos puede llegar a perseguirnos en forma de culpa durante meses. Así pues, esta aparentemente inofensiva lista puede convertirse en un arma de doble filo.

Por un lado, hacer un listado de propósitos en cierto modo lleva implícito el pensar que el año pasado hicimos las cosas mal y necesitamos cambiar radicalmente para ser mejores. Partiendo de la base de que nosotros somos los mismos el día 29 de diciembre que el día 2 de enero, sería irreal pensar que de golpe tenemos la capacidad de transformar nuestra vida de arriba a abajo.

Además, para algunas personas esta lista de objetivos a conseguir puede suponerles una presión innecesaria que puede hacer que el día que no puedan estar a la altura terminen tirando la toalla y abandonando todo lo que habían iniciado.

Otro problema que puede conllevar hacerse esta lista es que es casi igual de fácil hacerla como olvidarla. La mayoría de listas de propósitos, ya sean escritas o pensadas, se nos olvidan antes de que termine el mes de enero. Si nos pasa esto probablemente es que no hemos generado unos objetivos suficientemente importantes para nosotros y nos hemos dejado llevar por lo que se supone que tenemos que hacer o por lo que se ha propuesto nuestro amigo o compañero de trabajo.

Consejos para plantearnos unos buenos propósitos de año nuevo

No es imprescindible: No es necesario, no es ninguna obligación y si no lo hacemos no tendremos mala suerte ni tendremos un año poco productivo. Además, ¿quién dice que debe ser en enero cuando nos planteemos objetivos? Algunas personas prefieren septiembre, o marzo o el día de su cumpleaños. Así que el mejor momento lo marcas tú, no el calendario.

Miremos lo que sí hacemos bien en lugar de focalizarnos en lo que hacemos mal. Es mucho más útil y reconfortante mirar qué es lo que sí nos ha hecho sentir bien durante el año pasado e intentar mantenerlo o mejorarlo, que no plantearnos retos desde cero.

Mejor calidad que cantidad: Más vale tener uno y bien escogido, que cinco y mal elegidos. Para elegir bien debemos tener en cuenta que el propósito surja de una necesidad propia y que nos haga sentir bien. Además, debe ser cómodo, debemos poder incluirlo en nuestra vida cotidiana sin que nos suponga un gran esfuerzo.

Plantear objetivos específicos, que se traduzcan en cambios concretos en el día a día. Por ejemplo, en lugar de decir que me gustaría comer de forma saludable, es más adecuado plantearse comer tres piezas de fruta al día. Si uno de los objetivos tiene que ver con aumentar nuestra actividad, sería más operativo decir que vamos a ir a clase de baile martes y jueves que decir que queremos hacer más deporte.

Ajustar las expectativas a la realidad, ser flexibles y no castigarnos si las cosas no van como habíamos imaginado. Si no logramos un objetivo probablemente el error no está en nosotros, sino en un propósito mal elegido o mal planteado. Los objetivos no son inamovibles, se pueden y se deben ir ajustando a nuestras circunstancias vitales.
Y ya para terminar, os invitamos a reflexionar sobre el tipo de propósitos que os soléis hacer. A veces tendemos a plantearnos objetivos que tienen que ver con ser mejores: Ser más efectivos en el trabajo, aprender idiomas, hacer cursos, hacer más deporte, comer de forma más saludable, ser más disciplinados, etc. Todo esto está muy bien, pero a veces olvidamos que los propósitos que nos harán más felices no son aquellos que nos hacen mejores, sino aquellos que nos hacen sentir mejor con nosotros mismos y con los demás. Tratarnos mejor, dedicarnos tiempo, escuchar lo que necesitamos, cuidar nuestro cuerpo, estimular nuestra mente, cuidar las relaciones que nos aportan y huir de las que nos restan… Son sólo algunos ejemplos de propósitos realmente saludables y útiles y que rara vez aparecen en las listas de año nuevo.

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