¡Oda al otoño!




Ya ha llegado el otoño, vamos a recibirlo como se merece

Llegó el otoño. Era cuestión de tiempo. Los días se acortan, bajan las temperaturas, la naturaleza cambia de color, todo vuelve a la normalidad tras las vacaciones.
El otoño, tan propicio para los poetas, ha estado siempre cargado de una connotación melancólica que lo compara con la primera vejez, con los primeros signos del ocaso vital. Quizá por eso, por esta melancolía que le asociamos, al otoño se le ha considerado siempre una estación muy propicia a las depresiones y a las decaídas de ánimo en general. Prescindiendo de la poesía, es la disminución de horas de luz lo que afecta directamente a nuestro cerebro y, más concretamente, a su conexión con el sistema hormonal, facilitando las depresiones y otros malestares sicosomáticos como la gastritis o las úlceras.

Pero las enfermedades más generalizadas en esta época del año son las que tienen que ver con el cambio de temperatura: el frío y la humedad suelen llegar con nuestro armario todavía provisto de camisetas y ropa de baño y, sin darnos cuenta, abrimos la puerta a virus y bacterias, a infecciones, sobre todo del aparato respiratorio, que, de no tratarse con rigor, pueden llegar a ser crónicas.

Además, algo que se suele pasar por alto a la hora de prevenir estas dolencias es que, en estas fechas, todavía estamos pendientes de las típicas dolencias o alteraciones gastronómicas que nos ha dejado el verano, y desatendemos nuestro sistema inmunológico, verdadera víctima del otoño. Por eso, deberíamos ser conscientes de esta doble acometida y saber atajarlas a la vez, con medios tan naturales como eficaces y preventivos.

Vayamos por partes. Resulta obvio advertir del peligro que supone para nuestra salud el cambio del clima otoñal, y que debemos tener la cautela y empezar a abrigarnos algo más, aunque a media mañana o por la tarde nos pueda sobrar ropa. Son precisamente esos picos extremos de temperatura los responsables de muchas gripes estacionales.

Pero el verdadero problema, la causa de que estemos expuestos al frío, no está tanto en la temperatura en sí, ni siquiera en el abrigo, si no en nuestro propio organismo, ya que muchas veces este cambio de estación nos pilla con las defensas bajas y con más necesidades energéticas que durante el verano. Y ahí es donde entra en juego nuestra alimentación: es importante proveer a nuestro organismo de vitamina C, tan abundante en frutas de temporada como naranjas, uvas, mandarinas, granadas… que además nos aportarán un extra de antioxidante y hierro. También el polen, la equinácea y la vitamina A pueden ayudarnos a reforzar nuestro sistema inmunológico aumentando nuestras defensas. Las propiedades del propóleolo hacen ideal para protegernos de las temidas infecciones, ya que es anti bacteriano, antiviral, antiinflamatorio y cicatrizante. Por otra parte, el tomillo es muy beneficioso para tratar las afecciones respiratorias al ser anticatarral, expectorante y mucolítico. El aporte energético necesario lo podemos encontrar en unos productos tan otoñales como los frutos secos, las semillas, o las leguminosas, y podemos ayudar a mantener el calor corporal consumiendo con moderación productos picantes como el ajo, la guindilla, el jengibre…



Como vemos, complementos, vitaminas y aporte energético para afrontar con garantías la llegada de los primeros fríos. Pero, ¿y la cabeza? ¿Qué hacemos para mantenerla despejada y no caer a los extraños encantos de la melancolía?

Para empezar, hay que decir que si somos capaces de mantener el cuerpo a flote con la llegada del otoño, si le ayudamos a soportar el cambio estacional, estaremos ayudando de manera indirecta también a nuestro cerebro, pues muchos decaimientos tienen su origen en bajadas de defensas o estados anormales de alguno de nuestros sistemas. Pero, además, es importante concienciarse de forma positiva y ver en el otoño no el final del verano, sino la preparación a estallido de la primavera. La naturaleza se despoja de lo superfluo, de lo que ya no es necesario, para centrar su energía en las raíces. Así debemos hacer nosotros, aprovechar la nueva estación para hacer limpieza de aquello que nos lastra, de lo antiguo, y empezar a hacer sitio a nuevos proyectos, como las semillas que llenan la tierra y serán en primavera tallos. Ese es el sentido que debemos de darle al otoño: sembrar nuestra propia cosecha de ideas y aspiraciones para poder empezar a ver el fruto en primavera.
 
[…] Así de las raíces
oscuras y escondidas
podrán salir bailando
la fragancia
y el velo verde de la primavera. (Neruda, Oda al otoño)

 
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