Nosotros como padres empezamos a hacer el trabajito, ya que fuimos programados en esta dinámica. Luego el sistema educativo hace su parte, la tele, internet…
Recibimos constantemente información de dudosa intención. Todo es fomentar el miedo y la separación. Fomentar el miedo es algo que se ha hecho desde siempre, ya que una sociedad temerosa es mucho más controlable. Pero el motivo de este escrito es la escalada vertiginosa que estamos experimentando con la dichosa necesidad de etiquetar todo. Se trata de hacerte sentir identificado con A, de manera que te quede muy claro que no eres B, ni C, ni D, ni E…
En principio puede parecer poco importante esta cuestión, pero claro, enseguida nos lleva a ciertos límites que esa etiqueta tiene implícita.
Ejemplo 1:
Si resulta que eres vegano, eres una persona comprometida con el sufrimiento animal, y eso está bien… para ti. No todo el mundo es vegano y, si estás muy comprometido con la causa, no paras de hacer juicios o de dar por saco a aquellas personas que tienen otra visión de la vida diferente a la tuya. Es decir, quieres imponer tu visión de la realidad.
Por supuesto que este sólo es un ejemplo, lo contrario (acoso de la comunidad omnívora sobre los veganos) sería en el fondo lo mismo.
Ejemplo 2:
Si te consideras nacionalista regional, más de lo mismo. Tienes unas creencias instaladas que te llevan a identificarte con un sentimiento dado, y si eres muy extremista no vas a admitir de ninguna de las maneras el pensar de aquellas otras personas que se sienten nacionalistas estatales. Ya sabemos en que suele acabar esta actitud: tensión, odio, intolerancia… En el caso contrario al expuesto se podría decir lo mismo.
Y así con cualquier ejemplo que se te ocurra: religiones, política, equipos de fútbol, tradiciones, orientación sexual, razas, etc.
Y nos identificamos con tanta fuerza con estas etiquetas que reforzamos al máximo el protagonismo de nuestra personalidad (Ego) en nuestra vida. Cada vez nos sentimos más separados de los demás, de las cosas, del mundo. No es una actitud que nos una, que genere paz y armonía precisamente.
Sabemos que el Universo es bien sabio y que si estamos viviendo esto en este momento de nuestra sociedad es porque tiene una función y seguramente será meternos en una crisis tan profunda (a todos los niveles) que emerja de ella un nuevo orden.
El Ser Humano no siempre vivió así, por muchos miles de años vivía en armonía con la naturaleza, con su entorno. Se sentía integrado en el planeta y cuidaba su hábitat, pues entendía que de no hacerlo, se estaba perjudicando a sí mismo. Socialmente había un orden natural, compartían tareas y responsabilidades. Estaban alineados entre ellos y con el planeta. Vivían acorde a los ciclos naturales…
Esa otra forma de vivir te une con los demás, porque dejas de mirarte el ombligo y amplías tu visión, ves tu sitio en el mundo, comprendes que eres importante para el correcto funcionamiento del sistema, ¡¡PERO LOS DEMÁS TAMBIÉN!!
Dejemos ya de pegarnos post-its en el pecho con nombres cada vez más raros. Aceptemos al otro tal como es, sin necesidad de cambiarlo. Quitémonos toda esa mierda de encima que no hace más que ver a tus hermanos como si fuesen tus enemigos. Soltemos cada creencia instalada sobre quiénes somos y lo que somos. Somos mucho más que lo que nos dijeron. Dentro de cada uno de nosotros está la gran Conciencia, dejemos que se exprese, desaparezcamos para que ella tome el mando.
¿Queremos paz y serenidad? Este puede ser un buen principio.
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Carlos Muñoz / Especialista en Bioneuroemoción, Hipnosis Clínica Reparadora, Sintergética, Osteopatía, Test Muscular Holístico y Par Biomagnético.
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