No quiere decir que haya cambiado de la noche a la mañana, pero al menos ya siento que estoy dentro de un proceso de cambio vital.
Por de pronto, he identificado que esto ya me ha ocurrido en otra ocasión durante los últimos cuatro años, lo que pasa es que cuesta verlo desde la perspectiva de uno mismo. Y sobre todo que nunca me había paralizado a analizarlo. Esta vez he decidido tratar de ser consciente de ello, y sobre todo aprovecharlo de una forma constructiva.
Puede parecer complicado, pero no lo es tanto.
El día que me autoescribí la carta ya no podía más, lo hice institivamente, y recibí un montón de consejos, y casi el mismo número de mails y comentarios en IG de muchas de vosotras que estabais igual que yo. Apunté cada consejo en mi cuaderno, y decidí ponerlos en marcha poco a poco.
En estas semanas he introducido pequeños nuevos hábitos en mi vida diaria que están provocando cambios importantes. Nuevas rutinas en mi alimentación, en mi forma de arreglarme, pequeños gestos en el día a día.
Para empezar, creo firmemente en la actitud. Ser optimista, ser positiva. Todo comienza en la mente. La misma que me juega malas pasadas, en forma de pesadillas, en forma de pensamientos repetitivos, negativos. Así que he comenzado a trabajar con mi mente. A tratar de controlarla de algún modo para que no me invada la negatividad. A controlarla, pero también a cuidarla.
He encontrado miles de técnicas, y básicamente sigo dos, pero la que más se acomoda a mi forma de ser es la de la gratitud. Cuando el desánimo comienza a asomar su cabecilla, lo compenso pensando en una cosa buena que tenga o que me haya ocurrido. A partir de ahí he descubierto toda una corriente que de verdad, funciona, y a corto plazo.
Por otro lado he decidido cuidar mi alimentación. Consciente de que a la operación bikini ya no llego, pero que nunca es tarde para empezar, y fruto de la búsqueda de alimentos que mejoraran sobre todo mi ánimo, descubrí el importante papel que juega lo que comemos. Así que he comenzado a cuidar cada cosa que tomo. Desde el desayuno hasta que me acuesto. No tengo ningún objetivo a corto plazo mas que el habituarme a una nueva alimentación, pero curiosamente estoy perdiendo peso. Dicen que el cuerpo es agradecido. Pero lo más importante, me encuentro bien. Más animada, con más fuerza y por tanto, mucho mejor.
Obviamente, el sentirme mejor mentalmente y físicamente abre la puerta a otras muchas cosas: volver a maquillarme, cuidar lo que me pongo, sonreír más, tratar de contagiar esa sonrisa, etc… tener más energía cuando estoy con los niños, no discutir tanto…
Trabajar la mente me está ayudando a focalizar los problemas, a relativizarlos, y a convertirlos en una suerte de obstáculo a superar para vencer y alcanzar una meta. También para que los nubarrones que me impedían ver más allá de mis desdichas comiencen a dejar pasar la luz. De verdad, ¡¡no sabes cómo funciona!!
Sin embargo vuestras palabras seiguen resonando en mi cabeza: tenemos que romper de algún modo ese “mal de muchos, consuelo de tontos”. ¿Por qué tenemos que estar así? ¿Por qué tenemos que seguir así? El camino correcto no debe ser el de acoplarse a las circunstancias o simplemente seguir lamentándome mientras sigo por una vida que no me gusta. ¿Qué mensaje transmitimos a nuestros hijos? ¿A nuestros amigos?
Así que he pensado que debo compartir todo lo que me está ayudando en este cambio, porque estoy segura de que estés en el punto que estés (incluso en el de la más pura felicidad) quizá te sea útil de algún modo, y así poner mi granito de arena para hacer un mundo mejor para todos. ¿Te apetece?
Un beso,
Esther