Gestión de emociones: mitos y verdades




Por Psic. Raquel Ribes * Ayuda Psicológica en Línea - Psicólogos por Internet

“Sentir emociones es lo que hace a nuestra vida rica”

-Daniel Goleman

Seguro que alguna vez habéis visto a una persona actuar con miedo, con ira, con tristeza o alegría y decir: “Es que yo soy así”. Cuando decimos esto, nos adjudicamos una emoción como parte inalterable de nosotros, pero lo que en realidad sería es algo así como: “Yo actúo así cuando me siento…” De esta forma, nos podemos preguntar el “¿Por qué reacciono así?” o “¿Por qué actúo así cuando siento eso?”.

  No podemos controlar lo que nos sucede, pero si elegir con esa situación que nos ha tocado y la emoción que tenemos, cómo resolverlo.

  Por ello es importante tener algunos aspectos en cuenta sobre la gestión de emociones:

 
No tenemos que hacernos cargo de las emociones en sí, sino de nuestra actitud y el comportamiento que tenemos cuando nos surgen.

Aprender a gestionar nuestras emociones no significa realmente controlarlas, sino aprender a saber cómo sacarles provecho.

No es evitarlas, sino guiarlas para poder hacer un buen uso de ellas. Ni tampoco olvidarlas, todo lo contrario, llegar a tomar conciencia de su existencia.

No es privarnos de ellas ni reprimirlas, aunque sean realmente estresantes y nos incapaciten para realizar actividades, porque entonces no seriamos sinceros con lo que sentimos.

No es dejar que fluyan y dominen nuestra toma de decisiones, sino conocerlas y reconocer cómo actuamos en diferentes situaciones, para así saber qué pasos tenemos que dar antes de tomar una decisión.

  Ya decía Aristóteles que: “Cualquiera puede enfadarse, eso es sencillo. Pero enfadarse con la persona correcta en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y el modo correcto, eso no resulta tan sencillo”. Toda la razón.

   

Resulta complicado no dejarnos llevar por las emociones, por ello, hay que tener en cuenta 3 pasos:

Identificar la emoción. “¿Qué estoy sintiendo?” En ocasiones no es fácil, por ejemplo, la ira puede venir por tristeza.

Identificar los pensamientos que nos llevan a esa emoción. Tal y como dice Daniel Goleman: “El cerebro emocional responde a una situación más rápidamente que el cerebro racional”. Es complicado saber qué hemos pensado en una determinada situación.

Aprender nuevas formas de actuar según cómo se manifiesten nuestras emociones.  

  De las emociones más frecuentes, podemos tener en cuenta ciertos aspectos:

  IRA: Con esta emoción es importante ponerse en el lugar de los demás y sopesar las consecuencias. ¿Estas enfadado/a y pretendes resolver tu situación a puñetazo limpio o a gritos? ¿Eso tendrá consecuencias negativas? ¿Vale la pena?

  TRISTEZA: Tomar conciencia de nuestros pensamientos catastróficos y recordar que no todo es blanco o negro. No es olvidarnos de lo sucedido, sino plantearnos: ¿Qué consigo pensando así?

  MIEDO: Buscar alternativas realistas fuera de esos pensamientos que obstaculizan nuestros objetivos. ¿Qué quiero conseguir?

  ALEGRÍA: Manifestarla de forma responsable sin tener que sentirse culpable. No es reírse hasta en los momentos incómodos, sino compartirla y contagiarla a los que te rodean.

  Hay que tener en cuenta que cada persona reacciona diferente frente a una misma situación, y es importante conocernos y dejar que los demás nos conozcan, para que así entiendan nuestra reacción y que nos ayuden a hacer un buen uso de las emociones.

  Tienes derecho a enfadarte, a estar triste, a tener miedo y por supuesto a estar alegre. Que ni tu comportamiento ni el de otra persona te impida sentirlas plenamente.

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