El color como lenguaje de la naturaleza II

La cultura de los colores

paleta de colores
Hay un componente cultural en el lenguaje y el uso de los colores, y cada pueblo codifica de un modo u otro el significado de éstos: el color del luto es el negro en Europa y, sin embargo, en China es el blanco. Pero es evidente que cada uno provoca un estado emocional y que incluso amplifica o retarda una función biológica, aumentando o disminuyendo, por ejemplo, las pulsaciones cardíacas.

Esto tiene un valor universal, es un código de la naturaleza misma, no es convencional, forma parte del lenguaje de la vida, de sus leyes inmutables. Si apuramos la metáfora, siguiendo antiguas tradiciones herméticas y platónicas, es un lenguaje en que sus vocales son colores puros (principios de vida, alientos divinos) y las consonantes son las formas, los arquetipos de construcción que usa esta naturaleza.

 

La simbología de los colores

Cuando filósofos como Ortega y Gasset o Miguel de Unamuno dicen que cada paisaje es, en el fondo,un estado del alma, es por cómo en él están tejidas las formas y los colores, y la vibración que éstas imprimen en el alma. Hay colores que inspiran y descansan el alma, como el azul del cielo, que sugiere lo infinito; otros como el rojo excitan, son como un fuego que quema.  

Otros que crean confianza, como el amarillo del sol; otros como el verde, con su infinidad de matices, detienen en él nuestra conciencia, pero señalan un límite: Goethe en su 'Teoría de los Colores' dice que "el ojo y el ánimo descansan en este (color) compuesto. No se quiere pasar más allá y no se puede tampoco". Por ello, dice que este color se usa en los decorados de una sala de estar.

 

bosque verde
mar azul


 


Un tono, una percepción

Sabemos de la vida de una estrella por el color que presenta, los elementos químicos que en ella hay por los colores que fueron absorbidos del espectro de luz, medimos la temperatura de una llama o de un metal candente por los bellísimos colores que irradian; durante la noche priman los colores violáceos y las sombras no son sólo grises, sino que tienden, como dijo Goethe, al azul. Los dedos de rosa de la aurora nos despiertan a la vida y al día como una madre amorosa. El sol sangra con sus tintes bermejos en el crepúsculo y muestra su exhuberancia, alegría y poder en la luz amarilla del mediodía.  

En la lejanía las montañas se tornan azules el cielo, precisamente azul, un color en el que todo se hace serenamente distante; el blanco de las nubes es una promesa del agua que esconden y que va a fertilizar la naturaleza. Las mismas flores con la geometría cónica de sus pétalos y la viveza de sus colores no sólo atraen a las abejas que las van a polinizar, sino que, según ciertos estudiosos, sirven -geometría y color- como pantallas radar que atraen con sus vibraciones, la energía asociada a las formas y a los colores, ciertos rayos cósmicos que, procedentes del cielo estrellado, son necesarios para la Alquimia de la Vida.

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